La Playa Fluvial.


El Agua Salada, la Balsa de Ayegui, el Pozo de Arbeiza, la sima de Igúzquiza y todo lo que conforma el diapiro de Estella.


Desde los años 50 del pasado siglo y hasta entrados los 70, el viajero que llegaba a Estella encontraba un indicador de tráfico que señalaba: "A la Playa Fluvial". 

Playa que añoramos cuantos fuimos testigos de su nacimiento, desarrollo y desaparición: primero, las piscinas que sustituyeron a la poza natural; después, una especie de largo burladero de madera que nos permitía cambiar de ropa sin recurrir a la protección de la vegetación de la orilla; más adelante, la pasarela que comunicaba ambos márgenes, y, finalmente, cuando nos atontó una modernidad mal digerida, su desaparición en beneficio de piscinas privadas, y de una pública que debió sentirse incómoda: cuando estaba en construcción, una crecida del Ega hizo que subiera el nivel de la capa freática, y el vaso se elevó como si buscara otro emplazamiento.

Al final del Triásico medio, periodo que se extendió entre 251 y 208 millones de años atrás y fue uno de los tres en que se divide la Era Mesozoica, al retirarse el mar Navarra quedó cubierta por un extenso lago que fue evaporándose hasta convertirse en un depósito de sales, yesos, brecha salífera y arcillas rojas y verdes, conocido como Keuper (abigarrado).

Materiales con bastante plasticidad y densidad de valor 2, que con el transcurso de los años quedaron confinados bajo kilométricas capas de otros materiales del Jurásico y del Cretácico más pesados y densos (valor 2,6), que ejercían sobre ellos una fuerte presión.


Siguiendo la señal, en el corazón del paseo de Los Llanos, allí donde el Ega giraba buscando la salida del valle, en la margen izquierda se hallaba la famosa Playa Fluvial de Estella, y al otro lado del río se encontraban dos pequeñas piscinas (conocidas como la "grande" y la "pequeña" por su distinta profundidad) alimentadas por un manantial de agua salobre. Era el Agua Salada.

Cuando estos materiales de Keuper fueron agitados por terremotos y/o encontraron una falla, la presión a la que estaban sometidos hizo que para escapar de su confinamiento iniciaran un ascenso de decenas de millones de años que en algunos casos aún no ha concluido (el diapiro de Estella es uno de ellos), y afloren a la superficie formando depósitos abombados (como si se tratara de un suflé) que están en constante crecimiento mientras no se equilibran los extremos o no queda ocluida la chimenea que los comunica.


El recodo del río era particularmente bello, y todos los años, poco antes de que comenzara la temporada estival, las gravas que el Ega había depositado durante el invierno se cubrían de una gruesa capa de fina arena del Cantábrico, traída desde las playas de Pedernales, en Vizcaya, donde veraneaba el concejal estellés Ramón Albizu.

Este fenómeno es conocido como diapirismo, y se llama diapiro, fundamentalmente, a la parte que queda en superficie.

El nombre es engañoso, pues aunque significa "a través del fuego" (dia-piros), el fuego no interviene en absoluto.


A la salida de la Playa Fluvial el Ega lamía las rocas del escarpe de Arieta, o de Santa Bárbara, y seguía su curso para atravesar lleno de orgullo la ciudad. En la foto, en el ángulo inferior derecho se ve el pequeño muro que contiene la piscina, y sobre él se aprecian tres o cuatro personas. El agua nace en el claro que deja la vegetación.

Junto con los materiales citados, los diapiros contienen minerales raros y curiosos.

En el de Estella existe una mina de manganeso abandonada, y se han encontrado minerales como pirita, berilo, oligisto, mica, aragonito, teruelita, yeso sacariode, magnetita polar, actinotas, epidota, espato de Islandia, etc., y variedades de cuarzo como el rojo piramidado, que solo se encuentra en los diapiros, y recibe el nombre de "Jacinto de Compostela" porque los peregrinos jacobeos lo llevaban a Santiago.


Era una playa de categoría, que no se privaba de nada, pues tenía arena cantábrica, acantilado, trampolín, agua dulce y "agua salada".

El río seguía su curso, y tras pasar por "la pezuña" y las corrientes que se ven al fondo de la fotografía, recobraba la calma en una zona de aguas tranquilas y profundas, conocida como "la Chantona", en la que se bañaban los más avezados y quienes buscaban alguna intimidad.

También se da en ellos la ofita (serpiente, en griego), piedra muy dura y resistente al desgaste, que ni se fracciona ni produce finos, por lo que es utilizada como balastro sobre el que apoyar las traviesas de ferrocarril, o para blindar los pavimentos (este material cubría gran parte del hormigón que pavimentaba la plaza de Santiago de Estella), por lo que en muchos diapiros, como por ejemplo, en el de Salinas de Oro, había canteras de las que se extraía.


Estaba dotada de modernos sistemas de salvamento. Foto Domingo Llauró, 1959.

La superficie de los diapiros sufre notables cambios, pues la alta solubilidad de sus materiales hace que se formen grandes huecos que suelen acabar con el colapso de la bóveda y el hundimiento del terreno que hay sobre ella (en los regadíos de Arieta, o del Agua Salada, se daba este fenómeno).

Por poner un ejemplo, un metro cúbico de agua, sin aumentar el volumen, y cambiando sólo la densidad, es capaz de disolver entre 320 y 350 kilogramos de sal común. En consecuencia, por cada metro cúbico que se infiltra en la zona salina de un diapiro se forma una cavidad de 350 litros.

Por otra parte, en el diapiro de Estella, formado por yesos en sus capas elevadas, se calcula que los manantiales que de él surgen disuelven al año 35.670 Kg. de material.


Y una pasarela, con reloj solar, que comunicaba las orillas. Aguas arriba, en lo que antes fue una central eléctrica ("Casa máquinas", se llamaba), la cárcel del partido imponía un poco de respeto. A su vera, de roca en roca, y con la ayuda de algún veterano, nos lanzábamos a la corriente con la esperanza de poder dominarla y convertirnos en Neptunos y Sirenas.

En España hay una serie de diapiros, llamados vasco-cantábricos (Maeztu, Orduña, Murguía, Salinas de Rosío, Villarcayo, Gayangos, Salinas de Añana, Treviño, etc), que formando dos alineaciones llegan a Estella y a partir de aquí giran diagonalmente (Alloz, Salinas de Oro, Ulzurrun y Anoz) para llegar a Dax (Francia).


Era una playa en la que todos cabíamos, sin distinción de sexo, edad, origen o condición social.

En el flanco de las chimeneas por las que salen los materiales del diapiro se forman estructuras abalconadas bajo las que se suelen cobijar hidrocarburos y gas. Hacia 1950 llegó a Tierra Estella un equipo de geólogos y prospectores alemanes que sondearon los diapiros en busca de petróleo.

A uno de sus geólogos, Reinhar Pflug, se debe un profundísimo estudio sobre el de Estella, publicado en Alemania como tesis doctoral, y en la que mediante la observación de la aureola que algunos minerales han dejado en los yesos estableció el sentido en el que fluían y se esparcían.


Y en ella aprendimos a nadar y a ver a las chicas de otra manera. Foto Domingo Llauró, 1964.

En Zufía perforaron hasta los 7.000 metros, pero sólo hallaron sal y más sal. En Alloz, en el diapiro de ese nombre, situado a seis kilómetros de Estella, alcanzaron los 3.400 metros, pero no hallaron cobijo.

Ningún diapiro español ha dado hidrocarburos. Éstos parecen haberse concentrado en los campos de Lacq, junto a Dax, en los que se ha extraído abundante gas -hoy casi agotado-, y en cuya explotación tiene su origen la potente industria petrolera gala (Elf-Aquitaine). En estos habitáculos, hoy vacíos, la empresa Total tiene un proyecto piloto para confinar CO2 y así ayudar en la lucha contra el cambio climático.


La zona no estaba exenta de peligro, pues las aguas del Ega deshacían con facilidad la base de las rocas de yeso del escarpe, que periódicamente y en grandes bloques caían al cauce para desaparecer a los pocos años disueltas en el agua. Era un paisaje que año a año cambiaba de aspecto. Por este motivo, y para evitar que todo se viniera abajo, formando parte yo del primer ayuntamiento democrático propuse, y fue aceptado, proteger con grandes bloques calcáreos la base del escarpe en contacto con el agua, y en la que se había formado una peligrosa oquedad.

Volviendo al diapiro de Estella, su singularidad estriba en que se halla situado en el vértice en el que convergen las alineaciones de diapiros vasco-cantábricos.

También, en que a partir de aquí no continúen hacia el este, sino que giren diagonalmente hacia el norte.

Este hecho se debe a que nuestra ciudad está situada en la parte superior de una gran falla que divide en dos la península Ibérica.


Hoy sólo queda, lleno de gravas y cascajo, el recodo del río en el que estuvo "la playa", y permanece como recuerdo el muro que se construyó cuando a Los Llanos se incorporó La Casa Blanca y sus jardines (en la primera foto de esta serie, una de las primeras que se sacaron de la Playa, puede verse el talud de tierra de los citados jardines).

Esta falla, que nace en las profundidades del océano Atlántico y parte -cosa extraña- en sentido oblicuo respecto al eje de separación de los continentes, penetra en la península Ibérica por el cabo de San Vicente, en Portugal, cruza el Algarbe, a través de Plasencia y del valle del Jerte llega a Béjar, y, tras cruzar por el subsuelo el valle del Duero, penetra en el del Ebro por entre las sierras de la Demanda y de Urbión.

Cruzado este valle, sale a la superficie en las proximidades de la sierra de Codés, por Monjardín llega a Estella, y a través de San Fausto, del barranco de Legarrogui (nacimiento del río Iranzu),  y del polje de Zumbelz (barranco de Zalbide. Ver la tercera fotografía del reportaje "Zalacáin el aventurero I"), separando las sierras de Urbasa y Andía pasa por las proximidades del túnel de Lizarraga y sigue camino de Francia.


Como he comentado, la Playa se preparó junto al manantial salobre del "Agua Salada" ("Fons Salatus", se le llamaba el año 1152), cuyas aguas, suavemente termales, sanan muchas afecciones de la piel y de los ojos. "Contiene poderes suficientes -Jimeno Jurío- para obrar curaciones prodigiosas durante la madrugada del solsticio de San Juan. Desde todos los rincones de la merindad llegaban antaño, durante la madrugada de San Juan de junio y por docenas, sarnosos, forunculosos, pitarrosos, legañosos, pustulosos y podridos de granos, diviesos, tumores y otras dolencias epidérmicas; creyentes devotos, buscaban salud tomando baños lustrales. El sol radiante del alba festiva del Bautista los besaba sanos".

Se decía antiguamente en Estella:

Al Agua Salada
van los legañosos,
a lavar la cara
y también los ojos.

Esta parte de la falla, a partir de su manifestación en superficie después de haber atravesado el valle del Ebro, recibe el nombre de Falla de Estella, o Falla de Estella a Dax. Es una falla que en su parte central no presenta actividad sísmica alguna a pesar de que en ella se subduce la corteza oceánica del Golfo de Vizcaya bajo la placa pirenaica occidental, y establece el límite del dominio geológico que forma parte del Arco-Vasco y se denomina Zona Tectónica Vasco-Cantábrica, por lo que se puede decir que la Falla de Estella divide en dos el Pirineo peninsular, separando dos zonas estructuralmente distintas: al oeste la Zona Vasco-Cantábrica y al este la Zona Sur-Pirenaica en la que se encuentra la cuenca de Pamplona.


La Playa dejó de usarse, pero a bañarse en el Agua Salada acude la gente invierno y verano. En la foto, tomada el 8 de enero de 1985, se ve el paisaje nevado, y cuatro personas se bañan mientras que otra las contempla abrigada y con muestras de estar pasando frío.

En torno a los diapiros, por hallarse en las fallas o debido a las fuerzas que se generan en las chimeneas por las que fluyen, se dan saltos geológicos y fenómenos particulares.

Así, Montejurra es una montaña que surgió empujada por el diapiro de Estella, el cual en su ascensión levantó las rocas hasta que adquirieron la posición vertical que presentan frente a Estella, y que perfectamente se ve desde el valle de Santesteban de la Solana, como lo demuestra una de las últimas fotografías de este reportaje.


El manantial brota de una oquedad junto al río, con piso limoso y cantos sueltos en superficie. Si alguien entraba en la oquedad -cosa bastante frecuente-, el limo que removían sus pies enturbiaba la piscina e impedía el baño. Para evitarlo, y a iniciativa del que esto escribe, el Ayuntamiento lo protegió con un trozo de las verjas de las huertas del Andén. En este caso, las verjas de la huerta de Irujo.

Por otra parte, en el de Estella aparecen en superficie rocas que deberían estar debajo, y que la falla arrancó en el campo contrario y las colocó encima.

Así, las calizas verticales de Peñaguda y Los Castillos-Ordoiz, elevadas por el diapiro, se hallan a la misma altura que los conglomerados terciarios de Belástegui, mientras que debieran estar 300 metros más profundas.

Belástegui, por su lado oeste,  presenta un salto de más de 2.000 metros.


Es un manantial potente y regular, con un caudal medio de 79 litros por segundo. Como hecho atípico, hace cinco años, por primera vez en la historia permaneció todo el verano seco. Ignoro la causa, pero es probable que fuera consecuencia de algún hundimiento en el techo del río hipogeo que lo alimenta, permaneciendo desviado hasta que el agua disolvió el tapón y recuperó su cauce normal.

Tectónicamente, la masa plástica que forma el diapiro de Estella ha emergido en forma de inyecciones verticales, como extravasado o eruptivo, y todos los autores coinciden en dar prioridad al de Estella sobre los demás debido a la aparición en él del zócalo paleozoico, arrastrado desde la profundidad de la tierra.

Así mismo, en la tectónica general de Navarra la influencia del diapiro de Estella se manifiesta por su total anarquía de pliegues, pues mientras las sierras navarras tienen un marcado sentido EW, el accidente de Estella rompe esa monotonía con una fuerte flexión NS.


Es un manantial querido por los estelleses (en la foto, tomada el 2 de abril de 1998, dos personas se bañan, y una ligera capa de nieve cubre la zona), y las personas que en él se bañan lo cuidan y limpian.

Por señalar una curiosidad de otro diapiro, diré que en el centro del de Murguía (Álava) hay unas rocas flotantes, llamadas Las Peñas de Oro, y sobre ellas se halla el santuario de Ntra. Sra. de Oro, datado en 1138. Curiosa denominación la de Oro, que también dio nombre al castillo que defendía las salinas que ahora se conocen como Salinas de Oro, muy cerca de Estella.


Un poco más arriba del manantial se encuentra la llamada Cueva de los Longinos. Se trata de un meandro del antiguo río lacustre que alimentaba el manantial. Por ella se llega a dos lagos por los que circula parte del agua que lo alimenta. No tiene más misterio la cueva. Pero la tradición local dice que comunica con la sala subterránea del desaparecido castillo de Estella, situado, a varios cientos de metros de distancia, en las rocas calcáreas de la Cruz de los Castillos.

El nombre, "Cueva de los Longinos", debe de estar asociado a una leyenda que no se ha conservado. Cuando yo era niño se decía que fue habitada por los moros (nunca llegaron a Estella), y que en su interior había una cimitarra escondida. Muchos entramos con antorchas de resina, o caseras elaboradas para ese fin, pero bien sea por su escasa potencia lumínica, por el insoportable humo que dejaba irrespirable la cueva, o porque la cimitarra nunca estuvo allí, nadie la encontró. 

Como los yesos y la sal tienen parecida densidad, de forma aleatoria unas veces afloran arriba y otras abajo. Si la sal aflora encima, rápidamente es disuelta por el agua y desaparece, mientras que el yeso tarda más en disolverse.

Esta posición aleatoria de sales y yesos hace que algunos manantiales que afloran en los diapiros sean utilizados para la extracción de la sal (Salinas de Añana y Salinas de Oro, entre otros), mientras que otros no se explotan económicamente por llevar aguas muy mineralizadas y complejas.


En esta imagen se ve un plano de planta y otro de perfil de la Cueva de Los Longinos.

En 2005, con motivo del centenario de los Gigantes y Cabezudos, Antonio Jordana (ver el reportaje "Barriadas del Puy") elaboró la siguiente historia, que resumo: "Los gigantes Juan y Blanca tuvieron cuatro hijos de un parto, a los que pusieron por nombre Berrugón, Boticario, Robaculeros y Tuerto. Estando de merienda en la ermita de Santa Bárbara, se declaró un incendio y huyeron ladera abajo. Como los hijos no sabían nadar, y el río bajaba crecido, los dejaron en el interior de la Cueva de los Longinos. Se olvidaron de los hijos, pasó el tiempo, y al llegar el Viernes de Gigantes (comienzo de las Fiestas) se acordaron de que llevaban un año abandonados. Fueron a recogerlos, y ¡oh sorpresa!, los niños, por la baja altura de la cueva, no habían crecido como los padres, y sólo habían desarrollado las cabezas".

Entre estos últimos se encuentra el de Estella, del que surgen, a través de varios manantiales muy próximos entre sí, unos 130 litros por segundo.

Algunos afloran bajo el cauce del río Ega, junto a Los Llanos, pero el principal y más caudaloso, conocido como Manantial del Agua Salada, vierte sus aguas en una piscina en la que la gente se baña igual en verano que en invierno, sin importarles que hiele o nieve.


En el diapiro de Estella, que es el terreno convexo que se ve detrás de los edificios, y llega hasta las proximidades del monte cónico que vemos al fondo, se halla una de las ermitas de la ciudad: la de Santa Bárbara. Única que queda en pie de las numerosas que tuvo la ciudad, y cuya blanca fachada apenas distinguimos en la parte superior izquierda del claro de la derecha.

Es un agua muy mineralizada:                                  

                   CO3HNa (bicarbonato sódico)  394 mgrs/l
         SO4Mg (sulfato de magnesio)  377
                     SO4Ca (sulfato de calcio)     2.570            
         SO4Na2 (sulfato de sodio)         98
          NO3Na (nitrato de sodio)           23
          CL Na (cloruro sódico)          5.280
           (total de sales disueltas.........................8,7 grs/l)


También contiene Radón (Rn), gas noble radiactivo de nº atómico 86, e hidrotermal, producto de la desintegración radiactiva del radio.

Todo ello hace que sus aguas, desde la antigüedad, hayan sido utilizadas para curar las afecciones de la piel y aliviar las molestias de los ojos.


La ermita de Santa Bárbara no está situada en la parte más elevada del monte, pero se yergue junto a unas alineaciones de ofita. No creo que su existencia junto a una piedra tan peculiar sea casual, como tampoco creo que lo sea el que esté dedicada a una santa tan relacionada con las fuerzas de la naturaleza. Sobre la piedra, algún paseante ha colocado una rama de olivo.

El agua sale a la temperatura constante de 17,5ºC, mientras que la temperatura exterior puede oscilar entre los 36ºC del verano y los -18ºC del invierno.

Es una temperatura baja, si la comparamos con otras aguas hidrotermales, lo que junto a su pobre salinidad indica que no tiene una circulación muy profunda (en las zonas estables los gradientes térmicos son del orden de 2 a 4ºC cada cien metros de profundidad, mientras que en otras zonas pueden alcanzar los 20 o 30ºC).


Adentrándonos en el diapiro, en terreno de Arbeiza encontramos la "Piedra negra". Piedra de grandes dimensiones que está en aparente equilibrio. Esta piedra estaba en posición casi vertical, formando una unidad con la que vemos a la izquierda. Un día de verano de mediados del siglo XIX, durante una tormenta un pastor se cobijó con su rebaño bajo ella. Al acabar de llover, cuando se alejaba pudo ver como la piedra se desplomaba y adoptaba la posición actual.

La superficie total de diapiro de Estella es de 12 Km. cuadrados, estando oculta una tercera parte. Teniendo en cuenta el agua de los manantiales principales, y sin considerar otras posibles resurgencias, sale de ellos una octava parte más del agua que entra a través de las precipitaciones de la zona, por lo que se supone que también lo alimentan otras corrientes hídricas de carácter endógeno (mientras que la zona de Estella, que representa la décima parte del diapiro, es emisora de agua, la zona oeste es eminentemente absorbente, y se considera que ambos sistemas son independientes pues la relación distancia/desnivel es muy grande).


La singularidad de la Piedra negra, sobre la que se han colocado anillas y clavijas para practicar la escalada, ha motivado que algún aprendiz de artista neolítico haya dejado la escena de caza. Mis conocimientos no me permiten decir si las dos manos que se ven en la mitad superior son de factura actual o tienen alguna antigüedad.

Asociada a este manantial, unos 40 metros más arriba está la llamada Cueva de los Longinos (es la única practicable de las tres que existen en la cara del diapiro que da a Estella, y fue estudiada en 1957 por Adolfo Eraso). Fue abierta por un río hipogeo, y su boca es un meandro abandonado que quedó al descubierto por la erosión de la pared cóncava.

Tiene unos 70 metros de longitud, y nada más entrar la galería se bifurca en dos brazos descendentes. El de la derecha va en dirección SW, y a los pocos metros se hace impracticable. El de la izquierda se amplía hasta llegar a una pequeña sala. Se continúa por un piso de sedimentos, y se llega a un pequeño escarpe de unos dos metros de profundidad. Desde aquí, por un piso llano se llega a otra sala, y se continúa por una sección de diaclasa erosionada por su base en la que hay gran profusión de cristales de yeso que sobresalen de la pared de dos a tres centímetros. Se sigue por un paso angosto que se ensancha progresivamente, y se llega a un lago de entre 0,8 y 5 metros de profundidad. De ése se pasa a otro lago algo menos profundo, y el agua desaparece por un rebosadero.


Al otro lado del diapiro, junto a la carretera que comunica Estella con Ayegui, tenemos otro bloque de ofita. Le llaman la "peña Rompehuevos", y se dice que cierta vez quisieron tirarla a huevazos. Estrellaron contra ella todos los huevos que encontraron en el pueblo, pero la peña permaneció en pie. Por eso suelen decir en Ayegui: "Nos ha faltado un huevo para tirar la peña"

El llamado Pozo de Arbeiza, aunque pertenece al término de Igúzquiza, es una balsa casi circular de más de 50 metros de diámetro, originado, probablemente, por el hundimiento del terreno.

Enclavado en la margen derecha del Ega, y próximo al río, sus aguas tienen una cota similar a las que fluyen por el cauce, pero no parece tener comunicación con él pues sus variaciones de caudal no le afectan y la estabilidad de sus aguas sólo se ve alterada por las tormentas. En ese caso recupera el nivel normal en poco tiempo, y si se ve afectado por tormentas excepcionales el agua del pozo llena la depresión en la que está enclavado y rebosa al río.

Se cree que es alimentado por las aguas hipogeas de la sima de Igúzquiza, desconociéndose si existe sifón o el contacto se realiza por filtraciones.


El diapiro de Estella, al estar compuesto fundamentalmente de yesos, dio origen a numerosas empresas que se dedicaban a elaborar ese material tan necesario a la construcción. Hasta hace pocos años hubo yeseras en Ayegui y en el término de la ciudad próximo a él. También las hubo al pie de Santa Bárbara, y, como la que vemos en la fotografía, en el pueblo de Arbeiza.

La rapidez con la que recupera su nivel indica la existencia de dos caudales: uno lo nutre y otro lo vacía, comportándose el pozo a modo de chimenea de equilibrio.

La corriente de vaciadero, que es la menor, al no existir resurgencias sobre el río parece indicar que alivia sus aguas mediante una extensa red de filtraciones.

La existencia de vegetación sólo en sus bordes da indicios de su profundidad y de la verticalidad de sus paredes. Referente a ello, a principios de siglo, Eduardo Oría, tabernero y pescador profesional que echaba redes en el Ega y hacia ellas dirigía los peces con una barca, cierta vez echó sus redes en el pozo y botó su barca. Debió hacer buena faena, pero quedó tan asustado de la profundidad del pozo y las dificultades en las que se encontró, que nunca más volvió a pescar en él. 


Otra formación relacionada con el diapiro es la balsa de Ayegui, o Zulandía (zulo-aundía significa en vasco agujero grande). Está entre el pueblo y el monasterio de Irache (parte superior de la foto), y cuando el agua lo permite alberga unos buenos regadíos. Su agua tiene un sabor que recuerda al del Agua Salada de Estella, a la que probablemente vayan sus aguas, y es muy dura.

Mi comunicante, Jesús Araiz, me cuenta que cierta vez su madre probó a cocer con ella la legumbre, y no lo consiguió a pesar de haberla tenido durante dos días a fuego vivo. En 1937, las mujeres del pueblo pidieron al Ayuntamiento que construyera en ella un lavadero. El lavadero se construyó, pero no pudieron usarlo porque el agua no disolvía el jabón.

La Sima de Igúzquiza adquirió notoriedad en la 3ª Guerra Carlista, pues se dice que a ella arrojaba el jefe de partida Rosas Samaniego a cuantos expías apresaba. Se cuenta que pocos días antes de la toma de Montejurra por las fuerzas liberales, y, por tanto, de la caída de Estella, entregó a su abismo a dos jóvenes de Estella y a un caballero aragonés.

Segismundo Moret, en conferencia en el Ateneo de Madrid a finales del siglo XIX, decía: "No llaméis por eso al español al estruendo, no le llaméis al combate, no le excitéis a la pelea, porque el vapor de la sangre despierta de tal suerte el instinto de fiereza, que todavía los hombres de esta generación civilizada nos hemos asomado con espanto a la Sima de Igúzquiza".


En la foto, Jesús Araiz contempla la escala que ha puesto para medir la altura que va alcanzando el agua de la balsa. Hay años que el agua sube y sube, lo llena todo, y salta a la carretera. La voz popular dice que está comunicada con el Pozo de Arbeiza, la Sima de Igúzquiza y el Manantial del Agua Salada, y que su llenado pronostica desastres y calamidades públicas. Se sobró, entre otras muchas fechas, las vísperas de la Guerra Europea y de la Guerra Civil Española.

Dejando a un lado estas coincidencias, unos dicen que se llena cuando mana en ella más agua de la que es capaz de desaguar -lo cual es cierto-, y otros afirman que sucede cuando se hunde la galería de desagüe (todo el diapiro se ve afectado por hundimientos), y permanece llena hasta que el agua no deshace el tapón o encuentra otra vía de salida.

Fue motivo también para una novela histórica: Rosa Samaniego, o la Sima de Igúzquiza, escrita por Pedro Escamilla y editada en Barcelona hacia 1877.

Y Alejandro Sawa, escritor representante del "movimiento naturalista" que inspiró a Valle-Inclán su Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia. Y que por muchos es considerado el Emilio Zola español, publicó en 1888 su novela La sima de Igúzquiza.

Sea ciertos o no los hechos que en ella se atribuyen (hay testimonios de personas que vivieron en aquellas fechas y lugar, al parecer, veraces, que niegan estos sucesos, y los atribuyen a baladronadas de Jergón, el cual se jactaba y se atribuía ése comportamiento), como escarmiento o represalia junto a su boca fue pasado por las armas el guerrillero conocido como Jergón (Éste, en el momento de ser fusilado, afirmó que era la primera vez que se encontraba en aquél lugar, y recibió sereno la descarga), cuya vida y muerte recojo en el reportaje "Vera Cruz II".


Montejurra es una montaña que se elevó por la presión del diapiro de Estella. Cuando sus materiales salieron a la superficie, ejercieron una presión tan grande sobre los terrenos limítrofes que los elevaron. En el caso de Montejurra (la fotografía está tomada desde las proximidades de Igúzquiza), colocaron los conglomerados en posición vertical.

Citas históricas aparte, la Sima de Igúzquiza es una de las mayores de Navarra. Su boca se halla a unos 600 metros al NE del pueblo y un kilómetro al sur del Pozo de Arbeiza, al pie de un amplio camino y protegida por una empaliza de 100 metros, que presupuestada en 17.800 euros se colocó en abril de este año. En su boca se da un microclima especial, lo que permite la existencia de plantas (avellanos, robles y bojes) distintas al entorno.

Tiene una boca sensiblemente elíptica, de unos 15 por 25 metros, está situada en la pared meridional de una triple dolina de 50 por 200 metros que tiene carácter de polje, y se produjo por el hundimiento del fondo de una dolina sobre la cavidad ya formada por un río hipogeo.


Pozo de Arbeiza (en la foto, al fondo a la derecha se ve la cima de Monjardín). Cuenta la leyenda que en su lugar había en la antigüedad un palacio. Sus dueños, muy avariciosos, no ayudaban a los pobres que acudían pidiendo limosna. Por el contrario, una de sus dos hijas y uno de sus criados tenían buen corazón, y les apoyaban en lo que podían. Cierto día, un mendigo avisó a la hija y al criado de que esa noche se iba a desencadenar una tormenta de terribles consecuencias, y les pidió que lo abandonaran. Al día siguiente, cuando la gente de los pueblos fue al campo para ver los efectos del vendaval, encontraron las mieses y las viñas intactas, pero en el lugar que el día anterior ocupaba el palacio se había abierto un gran pozo de aguas negras y profundas.

Después de la 3ª Guerra Carlista la sima fue medida y sondeada por ingenieros militares, resultando que tenía 13 metros de anchura en la boca, 3 en la chimenea, y una profundidad de 65 metros hasta llegar a una corriente de agua de 26 metros de profundidad.

Digo "tenía", porque la naturaleza la ha modificado hasta reducir los 91 metros de 1877 a los 35 o 64 metros actuales, según se mida la parte más baja o la más alta, existiendo evidentes señales de hundimientos que han reducido la profundidad y han ampliado la sección de la chimenea.


En primer término vemos la depresión en la que está situada la Sima de Igúzquiza, al fondo se ve la silueta de Monjardín, y alineado con la cumbre se distingue, al terminar la arboleda, el Palacio de Igúzquiza, sobre el que hablaré en otro momento.

La sima se abrió a principios del siglo XIX, y cuando el escritor Mañé y Flaquer recorrió la zona tomando datos para escribir su obra El Oasis. Viaje al país de los Fueros, recogió el testimonio de personas que conocieron su apertura.

Dice así el escritor: "Este buen viejo, de los más ancianos del país, vio abrirse la famosa sima que tan triste celebridad acaba de dar a este antes desconocido villorrio; Parece que siendo niño, en los primeros años de este siglo, unos cazadores de conejos le pusieron en acecho en un sendero antes de romper el alba: al poco rato de estar allí, a la luz del crepúsculo vio que cerca de él se había hundido el terreno, dejando un agujero parecido a la boca de un pozo. Echó a correr azorado hacia el pueblo, donde los cazadores le recibieron bastante mal, dudando de la verdad de su relato: por fin fueron al sitio designado, y hallaron que en efecto era cierto lo referido por el niño, con la particularidad de que la boca presentaba ya di¬mensiones mucho mayores de las que tenia en el momento de abrirse. Desde entonces se ha ido agrandando siempre, y hoy sobrecoge de espanto al que hunde la mirada en la sima. Según los sondajes practicados últimamente por el cuerpo de ingenieros militares, desde la boca de la sima, que es vertical, hasta la super¬ficie del agua que existe en el fondo, hay unos 65 metros de profundidad, que con los 26 que mide el agua, dan un total de 91 metros.
Esta sima se hizo famosa, así en España como en el extranjero, por la cir¬cunstancia de que el guerrillero carlista Rosa Samaniego arrojara en ella las victimas, diz que en bastante número, inmoladas a la seguridad de su partido, y tal vez también a sus pasiones personales. La sima se halla situada a tiro de fusil del pueblo".


Hoy la vegetación dificulta el acceso a la boca de la sima, y el suelo impide andar sobre él con seguridad, por lo que esta fotografía la he tomado en el punto más próximo a la boca al que me he atrevido a llegar. No siempre fue así: en el grabado decimonónico que he colgado en el reportaje "Zalacáin el aventurero I", la sima aparece diáfana.

Nota 1: Adolfo Eraso Romero, quien indirectamente dio pie a este reportaje con la charla con la que nos deleitó en Estella el 8 de abril de 2005, nació en la ciudad del Ega, en la plaza de Santiago -muy cerca de donde yo nací y vivo-, y su afición a la geología comenzó recogiendo minerales en el diapiro de Estella. Trabajó con los alemanes en las prospecciones petrolíferas que realizaron en el citado diapiro, y después lo hizo con compañías norteamericanas.

Hoy es profesor de Hidrogeología de la Universidad Politécnica de Madrid, miembro de las academias de ciencias de Rusia y Nueva York, y uno de los mejores especialistas del mundo en glaciares, cuyo deshielo lleva más de 20 años investigando. Para ello, cada año pasa tres meses en el Ártico y otros tres en el Antártico.


Adolfo Eraso Romero, sin cuyas enseñanzas no hubiera podido hacer este reportaje, durante su estancia en los casquetes polares.

Forma parte de la Comisión Internacional de Cuevas Glaciares en las Regiones Polares, organismo fundado en 1989, y del que sigue siendo presidente desde entonces, y en la que participan investigadores de 35 países. Actualmente, con la colaboración de Carmen Domínguez, profesora de Matemática Aplicada en la Universidad de Salamanca, estudia y mide la descarga glaciar en Noruega (islas Svalbard, glaciar Austrelövenbreen), Islandia (glaciar Kviarjökull), Patagonia chilena (glaciar Tyndall) y Antártica insular (glaciar Collins). Desde el año 2001, Adolfo y Carmen son codirectores del proyecto Glackma.

Entre sus galardones, quizá el más pequeño, pero no el menos entrañable, está el haber sido nombrado "Estellés del año 1994".


Variedad de cuarzo rojo piramidado, conocida como Jacinto de Compostela por haberlo llevado con ellos los peregrinos jacobeos que caminaban a la tumba del apóstol Santiago.

Nota 2: A principios de la pasada legislatura, a través de un miembro cualificado del partido en el que militaba la Alcaldesa le hice llegar la conveniencia de aprovechar las aguas del manantial del Agua Salada para su uso balneario. Como de costumbre, y como una muestra más de los años negros que la ciudad ha venido sufriendo, la alcaldesa no hizo ni caso.


El color rosa fuerte señala la extensión y forma del diapiro de Estella. Según el geólogo Reinhar Pflug, "es un cuerpo cilíndrico irregular constituido por materiales del Keuper que como una masa intrusita ha ascendido abriéndose paso a través del Cretácico y del Terciario. Del curso que ha tenido durante su emersión, deducido de la superficie de contacto, se deduce para todo el diapiro una ligera vergencia hacia el SE. Las superficies de contacto son casi por todos lados escarpadas. La intrusión principal del Keuper se hizo en el borde NW del diapiro".

Curiosamente, al documentarme sobre el diapiro ha llegado a mis manos un estudio -que desconocía-  del geólogo Adolfo Eraso, en cuyas conclusiones dice: "Y la fuerte composición salina de dichas aguas: DENUNCIAN a las resurgencias del "Agua Salada" como manantial termal, siendo ésta la materia prima insustituible para la instalación de un balneario". Hay muy pocas ciudades que, como Estella, desprecien sus propias posibilidades de desarrollo.


En el mapa geológico de Navarra, en color rosa aparecen los cinco diapiros navarros: Estella, Alloz, Salinas de Oro, Ulzurrun y Anoz.

Para saber más:
 
"Karst en yeso del diapiro de Estella", por Adolfo Eraso, Cuaderno 4º, 1959, de la revista Munibe. Suplemento de ciencias naturales del Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País.

"El diapiro de Estella", por Reinhar Pflug, y traducción de J. Gómez de Llarena, Cuaderno 2-4. 1973, de la revista Munibe. Suplemento de ciencias naturales del Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País.

"Leyendas y tradiciones estellesas", por Pedro Campos Ruiz, Pamplona 1938. 

julio de 2007

 

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© Javier Hermoso de Mendoza