Una cifra que oscila entre los 110.000 ciudadanos que contó la organización, y los 65.500 que dio la Policía Foral, en 12.000 turismos y 350 autobuses se acercaron a la ciudad del Ega para participar del Nafarroa Oinez que el pasado 17 de octubre se celebró en beneficio de la ikastola (escuela, en euskera) Lizarra, de Estella, que además de su actividad docente organiza el Olentzero, un desfile en Carnaval, la fiesta de Santa Águeda, y una exposición micológica de carácter bianual.
Fue en 1969, cuando cinco miembros del Club Montañero Estella comenzaron a estudiar la lengua vasca y pensaron que para que su conocimiento se extendiera por la población era necesario fundar una ikastola que, contando la que entre los años 1933-36 dirigió la profesora Petra Azpíroz, sería la segunda escuela en lengua vasca de la historia de Estella.
La idea fue acogida con cariño por un pequeño número de padres. El Colegio Diocesano Nuestra Señora del Puy le dio cobertura legal firmando las notas. El alcalde Miguel Lanz Pamiés cedió las dependencias del frontón municipal Lizarra para que se dieran las primeras clases, y el embrión que el 5 de octubre de 1970 surgió con 25 niños y niñas de Educación Infantil, un aula, tres profesores y un presupuesto de 240.000 pesetas, en 34 años ha pasado a ser un centro con 738 alumnos, 32 aulas, 48 docentes, 15 personas en servicios, una disponibilidad económica de 2,4 millones de euros para este año, y un edificio en propiedad que además de las aulas dispone de gimnasio, laboratorio, biblioteca, aula de psicomotricidad, aula de tecnología, y espera abrir un centro de formación profesional.
A lo largo de estos años, el desarrollo ha sido continuo. Así, en el curso 72-73, bajo la tutela de la ikastola San Fermín, de Pamplona, con 8 alumnos se inició la EGB. En el curso siguiente, mediante un préstamo de millón y medio de pesetas que asumieron los padres de los alumnos, se compraron unos locales en un edificio próximo al frontón Lizarra. En el 76-77 el centro se constituyó en Sociedad Cooperativa de Consumo y Enseñanza. En 1979 se recibió del Ministerio de Educación y Ciencia la autorización para dar enseñanza pre-escolar-maternal, y en abril de 1982 el mismo Ministerio legalizó 12 aulas de EGB.
En 1988 el Gobierno de Navarra asumió el compromiso de consolidar el tramo educativo hasta los 14 años, y hoy subvenciona el coste del profesorado y aporta una cantidad trimestral para gastos de mantenimiento.
Es en el curso 77-78 cuando los alumnos que ocupan las aulas del Colegio Diocesano Nuestra Señora del Puy se trasladan a las dependencias del antiguo colegio de los Padres Escolapios (Foto 2), situado en un amplio solar del centro de Estella, el cual se compra en 1985 por 47 millones de pesetas. Para hacer frente a esa elevada cantidad, el mismo año (1985) se celebra el primer Nafarroa Oinez en Estella.
Como el edificio adquirido no reunía las condiciones adecuadas ni tenía la capacidad necesaria, en 1990, con los 61 millones que aportó el Gobierno de Navarra, los 90 millones que prestaron las Cajas de Ahorro, y los 50 millones de pesetas que se obtuvieron del Nafarroa Oinez organizado ese año, se abordó la gran reforma que dio al centro la imagen que hoy ofrece (Foto 3).
El edificio reformado, con 624 alumnos matriculados, se inauguró el 13 de octubre de 1991. Dos años después se adaptó a las exigencias de la ESO. En 1999, con 17 niños y niñas de entre cuatro meses y dos años se inauguró la Escuela Infantil, y la calidad de la enseñanza impartida hizo al centro merecedor del Sello de Bronce que en 2003 le otorgó el Gobierno de Navarra.
El incremento de alumnado exige una constante adaptación, y con los ingresos que se obtengan del Nafarroa Oinez de este año se abordará el millón largo de euros empleado en las recientes reformas y ampliaciones que han dotado al centro de una escuela infantil, un ascensor, un almacén y la cubierta del patio escolar (Foto 4).
Muchos de los lectores que han llegado hasta aquí, se preguntarán qué es el Nafarroa Oinez.
Sobre sus orígenes poco puedo decir, salvo que es la adaptación de una fiesta benéfica que se desarrolla en Norteamérica, y que desde hace 24 años se realiza en Navarra en beneficio de las ikastolas, bien para la creación de un centro nuevo o para costear reformas en los existentes.
El Nafarroa Oinez de este año ha consistido en un circuito de nueve kilómetros, la mayoría por caminos rurales de Estella, Arbeiza y Ayegui, en los que se establecieron seis áreas con servicio de comidas, bebidas y actuaciones, las cuales recibieron el nombre de cinco lugares navarros (Roncesvalles-Orreaga, Eunate, Puente la Reina-Garés, Estella-Lizarra, Irache y Viana) y uno de la Baja Navarra (San Juan de Pie de Port-Donibane Garazi) por las que pasa el Camino de Santiago.
Para su buen desarrollo, los vecinos cedieron fincas, se abrieron o arreglaron caminos, las administraciones colaboraron, y casi todo el mundo miró al cielo para que la lluvia de los días anteriores se tomara un respiro, como así sucedió.
Como prolegómeno a la fiesta, además del Lizarra Gurea, en noviembre de 2003 se celebró la I Carrera de Layas, el 11 de diciembre de 2003 nos visitó Oskorri, en febrero hubo Bersolaris, en abril se celebraron partidos de Pelota, en junio hubo una concentración de Coros, durante tres sábados de mayo se celebraron sendas Ferias de flores, alimentación y artesanía, a lo largo del año se organizaron exposiciones de arte en Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Estella, en junio hubo espectáculos de danza, y en septiembre hubo exposición de Fotografías, ballet, cross y fútbol-sala...
Si en la fiesta de 1990 el himno "Pausorik pauso beti bidea egunez" contó con la colaboración de Miguel Induráin, Kuko Ciganda, Iñaki Perurena, el maestro Turrillas, Aurora Beltrán y El Drogas, en esta ocasión el cantautor Kepa Junkera, galardonado este año en los Grammi Latinos, puso música a una letra de Aingeru Epalza, y el escultor Néstor Barrenechea confeccionó el logotipo.
Para su preparación y desarrollo contó con la colaboración de 2.600 voluntarios (600 de ellos para montar y desmontar las instalaciones, y 300 de seguridad), a los que hay que añadir los alumnos y padres que acabada la fiesta recorrieron el circuito retirando las toneladas de basura que quedaron esparcidas por el suelo.
Se colocaron 3.000 metros de vallas metálicas, 1.500 metros de valla ganadera, 5.000 m2 de carpas para servir bebida y bocadillos, 400 m2 de carpa para la venta de objetos relacionados con la fiesta, 750 m2 de escenarios repartidos en 8 plataformas, 148 cabinas de servicios y un trailer con 14 servicios individuales, y los feriantes colocaron cerca de un kilómetro de puestos de alimentación, artesanía y objetos varios. Participaron 51 grupos de música, atracciones, demostraciones varias y deportes. Se consumieron 15.000 litros de cerveza, y se vendieron 30.000 bocadillos, 500 menús de sidrería y 550 comidas preparadas.
Llegada la hora de la fiesta, y después de los discursos de rigor, bailaron danzaris (grupo Larraiza) y gigantes, sonaron las gaitas (gaiteros Deierri), y la alumna de sexto Marta Moreno Urra, acompañada al acordeón por Iosune Ciganda, y con el apoyo del irrintzi de Luisfer Echeverría, cantó la jota "Nafarroa", del cantautor francés Jean Michel Bedaxagar, y seis alumnos de la primera promoción y dos de la última cortaron a las 10 de la mañana la cinta inaugural.
Llegada la tarde, la organización pudo comprobar que la fiesta había sido un éxito rotundo, y que quizá por ello había dejado heridas en algunos sectores de la ciudad.
La hostelería se acordaba del Oinez de 1990: se esperaban 30.000 personas y llegaron unas 90.000, con lo que se duplicó el número de asistentes a este tipo de fiestas en Euskal-Herria, desbordando a la organización y acabando con todas las provisiones de bares y restaurantes.
Y ¡claro!, para esta edición se habían creado muchas esperanzas. Los propios organizadores, basándose en las cien mil personas que esperaban, pidieron colaboración económica a bares, restaurantes y comercios. La Alcaldesa comentó a la prensa que "hablamos de más de 100.000 personas y no podemos ser ajenos a esto". El sector de la hostelería, bien provisto de género y con camareros de apoyo, se dispuso a dar servicio a una avalancha parecida a la de las fiestas patronales... y todo quedó en nada.
El circuito sólo tocó tangencialmente la ciudad, y el vallado dificultó que la gente llegara a bares y comercios. El textil cerró pronto las puertas, y los bares estuvieron vacíos. Al día siguiente, devolvieron el género que pudieron, el pan lo tuvieron que tirar, y la carne que no podían guardar la regalaron.
Ese domingo, tan esperado, fue el más flojo de la historia reciente: ni siquiera los clientes habituales acudieron a los bares; unos, por haber ido a la fiesta; otros, porque residentes en los pueblos no pudieron llegar con sus coches porque lo impedía la Policía Foral.
Pasada la fiesta, el malestar de la hostelería era palpable, y alguno dijo sentirse engañado. Como respuesta, la organización dio sus razones, y reconociendo la animosidad del ambiente ofreció, a quien lo solicitara, la devolución de los 300 euros que cada uno de los 53 establecimientos había aportado.
¿Debe ser así? Muchos creen que 100.000 personas son muchas; suficientes como para que también se beneficie la hostelería de una ciudad pequeña como Estella. Los que organizan estos actos deben tener presente que el éxito hay que compartirlo con los cómplices y colaboradores, y que en temas como este, la complicidad y la simpatía de la gente es mucho más importante que la recaudación que se pueda obtener.
Octubre 2004