Origen de Estella (3)
El nombre
Este trabajo trata sobre el origen de Estella, su Fuero y su nombre, así como la relación que en origen tuvo Estella con Lizarra. Debido a su extensión lo dividiré en tres partes: 1) la historia de lo que hoy conocemos como Tierra Estella; 2) los fueros que propiciaron el nacimiento y el desarrollo de la ciudad; y 3) el significado y relación entre los nombres de Lizarrara, Lizarra y Estella.
Gaztelúzar, foto Iban Roldán. Fuerte carlista durante la Tercera Guerra Civil del XIX, es difícil interpretar estos restos.
Lizarrara. No hay unanimidad sobre cuándo aparece por primera vez el topónimo. El historiador y filólogo Antonio Ubieto dice que el año 958 en el Cartulario de Albelda; el lingüista Fernando González Ollé (“Relaciones lingüísticas vasco-románicas a propósito de la etimología de Estella”) señala que «los testimonios más antiguos […] se remontan a 1024»; y el medievalista Ángel J. Martín Duque (“La fundación del primer burgo navarro. Estella”) dice que «el “senior” Jimeno Garcés está documentado como “tenente” (las tenencias eran demarcaciones territoriales, en torno a un castillo, que servían para afianzar y defender las tierras recién ocupadas a los moros) de Lizarrara al menos desde 1058, bajo el rey Sancho Garcés IV el de Peñalén, y luego, con Sancho Ramírez, hasta 1084».
También hay dudas sobre qué era. Para Martín Duque, «por su emplazamiento, sin duda, la villa de Lizarrara había sido centro de uno de los distritos político-militares (castra u honores) de la monarquía pamplonesa. Lo habían tenido o regido, en nombre y fidelidad del soberano (per manum regis), sucesivos magnates o barones, miembros preeminentes de la nobleza de sangre». Al parecer, Martín Duque basa su afirmación en el documento de Irache de 1076 que sitúa al burgo de Stella debajo de un castillo («subtus illo castro de Lizarrara») que según el documento de San Juan de la Peña no existía, pues dice que el Rey iba a hacer un castillo y una población de francos en el lugar de Lizarrara («facere ibi castrum et populationen de francos […] ille meus locus de Lizarrara»). La contradicción entre villa y locus Martín Duque la resuelve afirmando que con esos nombres «se refiere(n) sin duda al término circundante».
El historiador José Goñi Gaztambide (“Historia eclesiástica de Estella”) opina que Sancho Ramírez, al expresar su deseo de construir una población de francos, «si se refiere al burgo que existe debajo del castillo de Lizarrara […] es para distinguirlo de otro asentamiento defendido por otro castillo». Posible castel uieyll (castillo viejo) documentado en 1283, que según Roldán Jimeno Aranguren (“La iglesia en Tierra Estella en la Edad Media”) existía en el paraje llamado Gazteluçar (castillo viejo en euskera), que «limitaba con el yermo de Arandigoyen, es decir, estaba en el extremo sureste del término estellés»: Don Martín Urdánoz conviene con los obreros de la iglesia de San Salvador del Arenal las labores que debe hacer en “vinna e cimaquera que es el terminat de Galçarriz en Gazteluçarr […] tenet con l´erm d´Arandigoyen”.
En 1084, según Martín Duque, «se esfuma Lizarrara como designación de la tenencia y el nuevo titular de ésta, Lope Arnal, figura ya como senior en Stella». Y González Ollé nos informa de que «con posterioridad al documento de 1090 […], que denomina villa a Lizarrara, no he vuelto a encontrar la aplicación de tal terminología».
Montejurra y Monjardín desde Gaztelúzar. Situado en el extremo del monte que separa Estella del valle de Yerri, desde él se controlan los ríos Ega e Iranzu.
Lo importante de estas fechas, sea una u otra, es que cuando aparece el nombre de Stella desaparece el de Lizarrara, lo que, sabiendo que no hubo convivencia de francos y navarros en el mismo asentamiento, ni que se desplazara a los navarros para que su lugar lo ocuparan los francos, nos indica que el burgo no se estableció en el lugar de una aldea o villa preexistente, lo que nos sugiere varias posibilidades: 1), si Deio no era un lugar concreto, sino una comarca, y la reina Toda lo equipara a Lizarrara (“Et Regina Toda donna in Deio in Lizarrara”), ¿Lizarrara era una comarca? 2), ¿era un castillo o lugar fortificado sin núcleo habitado a sus pies? 3), ¿pudo llamarse Lizarrara el castillo viejo situado en una posición estratégica que le permitía controlar las riberas de los ríos Ega e Iranzu, del que nos informa Roldán Jimeno? ¿Lo indica la donación que Sancho Galindones y su hermana Andregoto Galindones hicieron (1034) al monasterio de Irache «de los palacios, viñas, huerto, y todo lo que tienen en Lizarrara y en la villa de Urtadia (villa situada aguas abajo de Estella, en línea con el citado castillo viejo), juntamente con lo que poseen desde el Ega hasta Lizarrara»? y 4) ¿acierta Martín Duque (“La fundación del primer burgo navarro. Estella”) cuando dice que Estella se instaló «en el término –contorno de aprovechamientos colectivos- de la villa de Lizarrara, una de las numerosas aldeas señoriales de la navarra nuclear, en los confines de la tierra nueva»? Aldea, como la mayoría, ocupada por «un pequeño grupo de familias campesinas (unos 10/15 hogares) dependientes: «siervos, mezquinos o villanos, obligados hereditariamente a entregar cada año a su señor –en este caso el rey– una parte de la renta agraria […] y facilitar mano de obra para la explotación de la reserva dominical u otros menesteres (labores), todo ello conforme a los usos o pacto vigentes».
Plaza de San Martín, que toma el nombre del primer asentamiento de francos: Burgo de San Martín.
¿Stella es una continuación de Lizarrara? Para Martín Duque, «Ni topográfica ni socialmente cabe identificar la nueva población (nova populatio) con la contigua villa de Lizarrara. Nace precisamente aquella para albergar una colonia de hombres francos, es decir, libres e ingenuos de cargas serviles capacitados para disponer plenamente de sus viviendas y demás propiedades raíces. Conforman, por añadidura, un ámbito jurisdiccionalmente exento, con derecho y juez (alcalde) propios. Semejante cuerpo vecinal, compacto y sin fisuras, vinculado directamente con el monarca, implicaba el fermento adecuado para impulsar y diversificar las actividades económicas; representaba, en suma, un enclave insólito en un país de guerreros (milites) y campesinos (rustici), es decir, con una cúpula nobiliaria –e impenetrable– de señores (seniores, domini), y una ancha plataforma de mezquinos».
Para el medievalista Luis García de Valdeavellano y Armicís, las ciudades navarro-aragonesas, particularmente Estella, «no se formaron por una evolución espontánea y normal del primitivo núcleo de habitación […], sino que nacieron como una creación o fundación de los reyes, artificialmente fomentada por éstos». Proceso fundacional que duraría varios años, en el que la ocupación y el aforamiento llevarían caminos paralelos, coincidentes en el tiempo. Lo mismo pasaría con la peregrinación, que comenzó a coger auge en el último cuarto del siglo XI, a la vez que se establecían los francos y lo que eso representaba, en una sociedad, la navarra, que «carecía de cuadros adecuados para organizar la inflexión económica reclamada por una intensificación tan rápida de la movilidad de las gentes a escala continental», vacío que sólo podían llenarlo «los sobrantes demográficos, con mentalidad viajera y mercantil, de la antigua Europa franco-carolingia libre por fin de los acosos exteriores».
En palabras de Martín Duque, «la existencia de un burgo bajo la altura castral y cerca del río –por tanto, hacia San Martín– en 1076, comienzos del reinado pamplonés de Sancho Ramírez, supone el asentamiento de una avanzada de inmigrantes sobre el solar de la nueva población enseguida llamada Estella». Y sigue: «Lizarrara y Estellason en un principio dos núcleos habitados distintos, aunque asentados sobre un término común».
La pregunta es por qué Lizarrara, si era un lugar habitado, aldea o villa, desaparece sin dejar rastro al poco de aparecer Estella. Me inclino a pensar que era un castillo, o, quizás, una demarcación territorial de la tierra de Deio, como señalaba Martín Duque.
Estructura social de un condado alavés, aplicable a Navarra (“Los vascos”, Julio Caro Baroja). Esta estructura social, dependiente de los señores de la tierra, contrastaba con el régimen que imperaba en los burgos francos, cuyos habitantes se administraban a sí mismos sin dependencia señorial o eclesiástica.
¿Lizarrara y Lizarra se refieren al mismo lugar?. Respecto a si Lizarrara y Lizarra son nombres que corresponden al mismo lugar, la confusión viene de antiguo. Fernando González Ollé (“Relaciones lingüísticas vasco-románicas. A propósito de la etimología de Estella”), a la vez que considera que ambos topónimos designan al mismo núcleo, corrige una opinión parecida de Lacarra: «Lizarra es la forma precisa —y no alguna de sus variantes— que maneja Lacarra al utilizar como fuente un documento (1092) del obispo de Pamplona […], pero dicho testimonio de Lizarra ha de rechazarse, como inexacto, sea por errónea reproducción, hipótesis de escasa credibilidad, o, más probablemente, por deliberada adaptación […]. El examen directo —lo he verificado personalmente— de aquella fuente brinda la siguiente lectura: “In illa populatione de Lizarrara” […]. Se me escapa si existe alguna razón intencionada para que, dado su rigor textual, Lacarra haya procedido del modo antes indicado [...]. Desconozco si siempre actuó en parejo sentido, pero la señalada suplantación de Lizarrara por Lizarra, ambas contiguas en una misma página […]. La consecuencia desfavorable de tal proceder para la investigación toponímica —aunque no le confiero excesiva importancia— consiste en haber arrastrado a error a un específico estudio de obligada consulta en la materia, como el de Ciérvide (“En torno a las denominaciones de la ciudad de Estella”)». Confusión que también ha llevado a error a José María Satrústegui (“El euskera en Tierra Estella”), a José Mª Jimeno Jurío (“Estella-Lizarra, toponimia”), y a todos los que han tratado al tema.
¿De dónde viene la confusión o suplantación de Lacarra? Pienso que no fue intencionada, sino que se dejó llevar de una opinión local que se remonta hasta el siglo XVII (Baltasar de Lezáun y Andía, “Memorias históricas de Estella”).
Por si quedan dudas, Luis Michelena (“Notas lingüísticas a la Colección Diplomática de Irache”) afirma categóricamente: «el nombre antiguo del lugar donde se fundó o repobló Estella no era Lizarra, como todo el mundo dice y escribe, sino Lizarrara, según aparece decenas de veces en esta colección diplomática».
No obstante la evidencia, González Ollé intenta justificar que ambos nombres corresponden al mismo lugar: «Me atrevo a suponer que notarios y copistas, por razones, digamos, meramente profesionales o materiales, tenderían a facilitar su labor, a simplificarla en busca de la más cómoda unidad. Un primer paso consistiría, según ya he hecho observar, en conceder preferencia, exclusividad, a Lizarra sobre las demás variantes (…). Pero al habérselas con una lengua menos o nada conocida, en todo caso no escrita, carente de modelos gráficos, la tendencia o preferencia espontáneas por la elección de la forma más sencilla, ha de juzgarse como una reacción natural. De ahí la supervivencia de Lizarra sobre sus concurrentes».
En mi opinión no es aceptable el razonamiento de González Ollé, pues resulta difícil de creer que notarios y copistas desconocieran el idioma vehicular en el que se expresaba la mayoría de los navarros, su idioma natal en muchos casos, cuando en fecha tan tardía como 1512, el condestable Luis de Beaumont, conde de Lerín, nacido en tierra totalmente romanizada, al llegar a Artajona y recibir de uno de sus habitantes la bienvenida en vascuence, le respondió en el mismo idioma.
Creo que en origen –como luego veremos- Lizarra era un asentamiento nuevo que tardó en fijar su nombre, lo que explica que en el año 1174, el obispo de Pamplona, al donar la ermita del Puy a los LX de Santiago, diga que está sobre Lizarraga (observemos que no dice Lizarrara, sino Lizarraga), mientras que en 1187 el rey Sancho VI el Sabio sitúe la población de San Juan debajo de Lizarra.
Nuevo lo considera Baltasar de Lezáun y Andía al decir que cuando apareció la Virgen del Puy (1085) no debió existir Lizarra, pues según la tradición el hallazgo de la Virgen fue comunicado a la clerecía de Abárzuza «sin que se nombre la de Lizarra; pues si estaba fundado ese lugar, era más natural que a ellos se les avisase, y no a los más distantes».
La conclusión parece obvia: Lizarrara y Lizarra se refieren a realidades distintas.
Monedas árabes encontradas en Ordóiz, en el camino que comunica Estella con Licharra. Se cree que fueron escondidas en tiempos de la Campaña de Muez, año 920.
Probable ubicación de Lizarra(ra). El sufijo -ra tiene gran importancia, pues los sufijos en euskera cumplen un papel básico, fundamental, como las proposiciones en castellano. Pongamos algún ejemplo: Lizarra-tik (desde Lizarra), Lizarra-ko (de Lizarra), Lizarr-an (en Lizarra), Lizarr-ekin (con Lizarra), Lizarr-entzat (para Lizarra), y el que más nos importa: Lizarra-ra (hacia/a Lizarra). Por tanto, Lizarrara era un lugar en el camino de Lizarra: un lugar por el que, desde el centro de la navarra nuclear, se pasaba para llegar a Lizarra; una etapa, diríamos hoy.
Pero antes de responder dónde estaba Lizarra(ra) conviene ver cuál es su significado. No es un tema menor, pues se ha considerado que procede de fresno [lizar(a)], iglesia vieja [(e)li(z)-zar(a)], estrella [izar(a)], población vieja [iri-zar(a)] o ciudad vieja [(i)li + zar(a)]. Como veremos, ninguna de estas acepciones es correcta.
El Cardenal Aguirre (“Vida de San Veremundo”) dice: «vieron que unas estrellas brillantísimas caían del cielo sobre una colina que, por eso, en lengua cántabra se llama Yrizarra, es decir, estrellada [...]. Sancho Ramírez [...] erigió la ciudad de Estella, dándole ese nombre por la aparición de aquellas estrellas». Coincide con él Baltasar de Lezáun y Andía (“Memorias históricas de la ciudad de Estella”) al atribuir el nombre de Estella a las estrellas que señalaron el hallazgo de la Virgen del Puy (1085). En cambio, para el P. Moret el topónimo deriva de Iri(a) “pueblo” y zarr(a) “viejo o antiguo”.
Si consideramos que el nombre procede de “fresno”, que es lo que más se acepta, lizarr-a significa “el fresno”, y lizarra-ra “(ir) hacia el fresno” (árbol no se puede dar en el secarral de Lizarra, pues necesita mucha humedad y su lugar son los cursos de agua y el fondo de los valles). Por tanto, para el que conoce el euskera, y en el siglo XI toda la población nativa lo debía conocer en el ámbito que nos ocupa, surge la duda de dónde estaba el dichoso árbol al que se llegaba (Lizarra-ra) pasado Lizarra, pues no es aceptable pensar, al menos en esta tierra, que a una población le pongan el nombre de un árbol sin añadirle alguna singularidad: fresno grande, fresneda (Lizarraga), o cualquier otra variante (Lizarrate, Lizarrusti). Como dice Pello Etxaniz (“Historia de la lengua vasca en Tierra Estella”), «para los investigadores, no parece lógico la utilización como nombre de lugar del vocablo Lizarra, tal cual, en singular, ya que es más normal y frecuente su variante en plural Lizarraga (literalmente 'lugar de fresnos' y no sólo 'fresno')». Debemos pues descartar que Lizarra haga referencia a un fresno.
Puente de Aberin. Antes que los puentes eran los vados, y muchos puentes de la Edad Media y de la Antigüedad, como el de la foto, se construyeron junto a los vados. En este caso, el vado de Licharra. Al fondo, a la derecha, Montejurra, cuyo nombre procede de la unión de dos vocablos: monte y sierra.
Abramos el foco. En la antigüedad los ríos eran las principales vías de comunicación para adentrarse en los territorios, más si eran accidentados. Ríos que se cruzaban por vados, de manera que esos vados eran de vital importancia tanto para el tránsito como para la defensa. Y hablando de vados, cerca de Estella tenemos el término –y vado- de Licharra, nombre que hoy lleva la cooperativa cerealista de Oteiza de la Solana, y la documentación del Gobierno liberal durante la 2ª Guerra Carlista cita «la fuente de Garós, que se encuentra a un kilómetro próximamente a la derecha de la carretera de Larraga, por bajo del Alto de Licharra».
Que ese vado estaba en la principal vía de comunicación que conectaba la navarra nuclear con Calahorra, lo demuestra el hecho de que cuando en junio del año 920 Abderramán III derrotó a Sancho Garcés I en la batalla de Valdejunquera (llamada de Muez en las crónicas árabes), se adentró en el corazón del reino cruzando el Ega por un vado que las crónicas llaman Dachero, Badi-x-xarra, Dixarra, Di-x-xarra o Licharra, situado aguas abajo de Estella, en el Caserío de Echávarri, entre Aberin y Oteiza de la Solana, camino del castillo de San Esteban de Deyo (Shant Ashtibin en la documentación árabe). Nos dice Lacarra: «en un paraje llamado Dachero hubo una batalla entre las tropas de Sancho Garcés I y la vanguardia de Abderramán III, en término de Estella, y fue ganada por los moros. La fecha dada por los historiadores a esta batalla o escaramuza de Dachero es el 24 de junio del 920» (De esos años se cree que procede un tesoro de 204 dirhemes de plata que en 1949 se hallaron en Ordoiz).
De regreso de otra expedición, año 924, el emir En-Naçir «partió para la etapa fijada en la aldea de Mañeru, después para la de Dachero, Di-X-xarra o Badi-x-xarra, próxima a San Esteban (Monjardín) […] con intención de llegar a Calahorra».
Sobre esa ruta, dice Lacarra (“Expediciones musulmanas contra Sancho Garcés”),«Por allí estaba sin duda el paso del río Ega para los que iban de Calahorra hacia Yerri y esa es la ruta que volvió a repetir el Marqués del Duero en la última guerra carlista antes de la batalla de Monte Muru […]. Ese paso del río, cruce de vías a la vez, se hace hoy en Estella a unos cinco kilómetros del Caserío de Echávarri».
Conviene decir que los nombres, Dachero, Badi-x-sarra, Dixarra, Di-x-xarra yLicharra proceden de la documentación árabe (Ibn Hayyab, Arib ibn Saad, al-Muqtabis y Nayda ibn Husayn), en la que se lee como Dashrh y se transcribe como D-Sarra o D-xarra, que el historiador y arabista Alberto Cañada Juste (“Revisión de la campaña de Muez. Año 920”) interpreta de la siguiente manera: «creo que se compone […] de dos palabras, D con larga y Sarra, Sharra, Charra o Xarra, que de todas estas formas se transcribe, y que en árabe significa sierra, evidente préstamo tomado de la lengua romance. Siendo D transformable en Dei, e incluso Deiu, tendríamos un topónimo “Sierra de Deiu”, de la misma manera que “Deiu Castillo” ha dado con el tiempo la forma Dicastillo. Y la sierra de Deiu no puede ser otra que Montejurra, la cual domina ampliamente la región, y cuyo nombre, Monte Xurra, bien pudiera ser trasunto del Charra o Xarra del que venimos hablando».
Respecto a la relación entre “x” y “ch”, Iciar Michelena escribe en FLV nº 17: «el autor navarro (se refiere a Pedro de Axular) emplea, normalmente, en su libro, las grafías “ch” (lacho, etc) y “tch” (etche, etc) para representar los sonidos que en la ortografía vasca moderna se escriben “x” y “tx” respectivamente, siguiendo el modelo francés […]. El castellano medieval distinguía “s” fricativa prepalatal sorda y “z” fricativa prepalatal sonora. El sonido sordo lo representaban con “x”, el sonoro con “j”delante de a, o, u y con “g” delante de e, i. […]. Durante el siglo XVI, como ocurre con otros sonidos del castellano medieval, la confusión entre los dos sonidos se generaliza […]. Para Axular “ch” y “x” eran variantes gráficas de un mismo fonema».
Teniendo en cuenta lo anterior, y que en euskera la “z” se pronuncia como “x”, creo que hay pocas dudas del lugar al que apuntaba Lizarra-ra, y a qué particularidad geográfica respondía el nombre de Lizarra o Di-xarra. Respecto a su ubicación concreta, el puente de Aberin, construido junto al vado de Licharra.
Montejurra desde el acceso al vado de Licharra, por donde pasaba el camino por el que se accedía a la “navarra nuclear” desde Calahorra. «En sociedades técnicamente limitadas, el itinerario fluvial reúne una serie de condiciones propias que le da una dimensión añadida a los otros dos tipos de itinerarios que normalmente se manejan en la Edad Media, es decir, el terrestre y el marítimo», dice J. Ángel Sesma Muñoz en “Del Cantábrico al Mediterráneo: la vía fluvial del Ebro”
Lizarrariela. Antes de abandonar Lizarrara, haré una referencia a Lizarrariela, nombre apenas conocido. En 1086, en una donación que Sancho Ramírez otorga a la iglesia de Santiago de Funes –nos dice Javier Ilundáin Chamarro (“Los fueros de Estellay San Sebastián”)-, «se incorpora una referencia a otra población denominada Lizarrariela, en la que también vivían judíos. Este topónimo no ha sido identificado con certeza. No obstante, podría tratarse de una derivación de Lizarrara a la que se añadió el sufijo diminutivo romance. Esto nos podría indicar que se tratara de una “pequeña Lizarrara”, un barrio anexo a la vieja villa de realengo. El hecho de que ya a finales del XI se documentara la presencia de hebreos nos habla de un núcleo de importancia o atractivo para esta comunidad. Resulta sorprendente que una población de semejantes características desapareciera de la documentación sin dejar rastros, por lo que la semejanza toponímica nos invita a pensar que habría sido un anticipo de la futura Estella».
Debemos rechazar la opinión de confundir Lizarrariela con Lizarra, lo que lleva a algunos a afirmar la presencia de una aljama en la actual Lizarra. En mi opinión, Lizarrariela estuvo donde se levantó la primera judería, hoy barrio de Santa María, al pie del castillo. El arqueólogo Ramos Aguirre (DDN 02-10-10) encontró cerámicas en ese lugar, «que parece que son de un primer asentamiento campesino; después hubo otro asentamiento comercial», donde, digo yo, se construyó la sinagoga.
Plaza de San Martín. Antiguo Ayuntamiento, levantado sobre el solar de la “casa de San Martín”, donde se reunían los primeros francos que poblaron Estella. La capilla que en ella había, dedicada al santo francés, de la que aún podemos ver restos modificados, es el primer lugar de culto en la ciudad. A la derecha, la torre de la iglesia de San Pedro de la Rúa, primera de la ciudad.
Stellae, Stela, Stella, Steylla, Esteilla, Esteylla y Estella, son nombres que en latín, romance y vascuence, en una evolución natural, ha recibido la ciudad a lo largo de la historia. Nombres que la tradición local ha relacionado con las estrellas que acompañaron a la “Aparición de la Virgen del Puy” el año 1085, lo que debe descartarse por fantasioso. Al igual que debe descartarse Gebala, que historiador estellés de principios del siglo XVII, queriendo dar antigüedad y nobleza a la ciudad, escribió (en parecidos términos figura en el Diccionario de Madoz): «Entre las ciudades mediterráneas de los Várdulos, nombra Ptolomeo a Gebala, que se cree, al parecer con fundamentos bastantes, sea la actual y pintoresca Estella, suministrando la etimología datos suficientes que vienen a servir de apoyo a la mencionada opinión.En efecto, el nombre de Gebal, cuya raíz hebrea significa término o fin, corresponde a la voz griega Telos, y como quiera que la “s” se une en muchas dicciones del severo y majestuoso idioma del inmortal autor de la Ilíada […], de aquí que de Telos se hace Styelas, siendo esta palabra la madre de Stela o Stella».
También debe descartarse la etimología que aporta E. de Echalar en “Provincia de Navarra” de J. Altadill: «Estella se considera nombre extranjero, pero sin razón, habiendo tantos que comienzan por Este-Iste-Isti (…), el nombre completo sería Isteile, Isteille “en sitio húmedo, cenagoso” (istil es charco, y istilia pantano), por lo que Estella sería “el barrio bajo”». Interpretación que González Ollé, en el artículo ya citado, primero la rechaza y a continuación se abre a ella al darle «una consideración aproximada de lugar húmedo». No creo que quien conozca el primitivo núcleo deEstella encuentre motivos para pensar en un lugar pantanoso con la entidad suficiente como para darle nombre, y que fuera elegido bien por el rey o por los francos.
Buscando semejanzas, en el vecino pueblo de Sorlada, llamado en la antigüedad Suruslata, aparecieron dos estelas votivas dedicadas a la diosa Stelatese (Betunus Stelatese votum solvit libens merito) o Stelatisa (Cornelius Germanus Stelatise votum solvit libens merito). De Barbarin, pueblo cercano, proceden tres epígrafes votivos dedicados a Stelaitse. Lo pongo como dato curioso, pues considero aventurado pensar en una posible relación entre el nombre de la ciudad y el de esas diosas romanas, cuando, pienso, nadie podía recordar detalles de lo pasado mil años antes.
Fuente de los chorros, o de la mona, en la plaza de San Martín. Podemos ver que se compone de tres partes de épocas distintas: columna y capitel románico, cuerpo renacentista, y león, con escudo de la ciudad, colocado a principios del siglo XIX.
Julio Caro Baroja (“La casa en Navarra”) sugiere que «el nombre de Estella podría interpretarse, al igual que sucede en Francia con las palabras Êtoile, Estelle, como indicador de cruce o encrucijada (La Stoile de los juglares franceses)». Interpretación que acepta Ricardo Ciérvide: «Sancho Ramírez [...] se sirvió de un nombre románico, ya que sus pobladores eran de habla romance, al igual que hicieron a ambos lados del Pirineo a lo largo de los siglos XII y XIV cuantos reyes, condes y señores fundaron nuevas villas con objetivos comerciales o defensivos. En nuestro caso el rey se sirvió del topónimo Estella equivalente a cruce de caminos, pues éste es su significado, que correspondía al sentido de la nueva población y que ya tenía un precedente en la Bastide d´Estele en el Bearne».
Pienso que estas opiniones pueden estar influidas por la forma en que gráficamente se ha plasmado la estrella, consistente en un núcleo del que parten rayos que pueden simbolizar caminos, o, visto al revés, caminos que confluyen en un núcleo. En el caso de Estella dudo que ese significado sea acertado, pues cuando recibió el nombre su mercado tenía un desarrollo lineal (Camino de Santiago), que sólo con el paso del tiempo pasó a radial.
Otros la derivan de izarra, palabra vasca que significa la estrella. Así, mientras que G. Rohlfs (“Toponymie de double tradition”) dice tajantemente que el topónimo Lizarra, confundido con izarra, dio origen al topónimo Stella, Fernando González Ollé hace unos alambicados razonamientos que no le llevan a ningún sitio, pues invierte el proceso: dice que la preponderancia efectiva de los francos les llevó al «abandono intencionado del topónimo indígena». Que quienes «disfrutaran de un elemental […] conocimiento del vascuence, atribuyesen a la “L-“ inicial la función de artículo románico», considerarían que Lizarra (L´izarra) se traducía por la estrella, y de ahí el nombre de Estella fruto de «la evolución Lizarra ‘fresno’> l’izarra> Lizarra ‘estrella’». Evolución que no termina de convencerle porque «ciertamente surgen preguntas —si se quiere, objeciones— tales como ésta: los causantes y propagadores del cambio, ¿ignoraban el significado de lizarra y no el de izarra? ¿Por qué prefirieron traduciresta segunda palabra y no la primera? etc. Se me creerá sin esfuerzo al declarar que carezco de respuesta para ellas». Al respecto, Ricardo Ciérvide nos dice que esa pretensión «no deja de ser un mero juego de palabras».
Sea cual sea su significado, el Padre Moret dice que aparece por primera vez el año 1031 en la persona de Fortunio López de Stella, y muestra extrañeza de que «hubiese un pueblo con nombre Estella […] porque se creía que el rey don Sancho Ramírez la fundó desde los cimientos y le dio nombre»; y extrañeza muestra González Ollé al no ver citado a Fortunio por historiadores modernos. El arqueólogo José Salarrullana cita un documento de 1077, sobre cuya autenticidad hay dudas, en el que consigna el nombre de Stella. Debemos esperar a 1084, cuando con Scemeno Garcésdesaparece la tenencia de Lizarrara, y su sucesor, Lope Arnal, figura como tenente de Stella, para ver escrito su nombre de forma indubitada. Descartemos también que el nombre de nuestra ciudad deriva de izarra, “la estrella”.
Códex Calixtinus, publicado en el siglo XIII. En él se describe muy negativamente a los navarros, exponiendo con crudeza cómo veían los francos a los naturales del reino.
Relación entre Lizarra y Estella. Para entender la posible relación entre Estella y Lizarra es necesario conocer qué separaba a sus habitantes; qué convivencia había entre francos y navarros; qué pensaban los unos de los otros; si entre ellos existía una relación amistosa capaz de llegar a acuerdos y aceptar nombres ajenos.
Jimeno Jurío (“Toponimia rural y urbana de Estella”) dice: «como señala el profesor González Ollé, «francos y navarros no estaban separados únicamente por leyes y murallas, sino por una barrera mayor: la radical heterogeneidad lingüística». El vascuence actuó como elemento aislador, hasta que el romance navarro se fue imponiendo a los demás, al menos en la documentación oficial».
Aymeric Picaud, en el “Codex Calixtinus, Libro V, Cap. VII” (siglo XII) nos muestra con toda crudeza cómo veían los francos a los navarros: «Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en la cazuela, no con cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un vaso. Si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían el ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara […]. Éste es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser, colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto inicuo, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho, en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los getas (pueblo del bajo Danubio que sobrevivía saqueando el territorio circundante) y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco (durante siglos el navarro fue el que habitaba la vertiente peninsular de los Pirineos, mientras que el vasco habitaba la vertiente continental), si puede, a un francés […]. También usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todos los discretos. Sin embargo, se les considera buenos en batalla campal, malos en el asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los altares…». Y traduce el nombre de navarro como non verus, no verdaderos, es decir, nacido de raza o prosapia no pura ni legítima.
Pero al llegar a Estella el autor del “Codex Calixtinus” se deshace en elogios a la ciudad, lo que no hace con ninguna otra población. La describe como confortable, acogedora y próspera, «próvida de buen pan y vino excelente, en carne y pescado y en todo tipo de delicias»; la encuentra llena de comerciantes que llevan nombre francés, como el suyo, y hablan su idioma, lo que le hace sentirse como en casa.
Si esa opinión tenían los francos de los navarros, no sería mejor la de los navarros respecto a una clase privilegiada que había roto la estructura tradicional de la sociedad; que vivía en una especie de burbuja económica y social, mientras que ellos, propietarios de la tierra, vivían marginados, míseramente, con una dependencia de sus señores que rayaba la esclavitud. Situación que les genera una doble actitud contradictoria: buscar la integración en los burgos, y sentir un profundo odio hacia los francos (en tiempos modernos hay innumerables ejemplos de esa mezcla de repulsa y atracción que sentían los colonizados respecto a los colonizadores). Odio que perdurará durante siglos y originará episodios violentos capaces de cambiar la historia..
En el documento, el rey Carlos III dispone que los cargos de alcalde y preboste de Estella sean anuales y elegidos alternativamente entre los dos bandos de la villa, pasando cada alcalde saliente a desempeñar el cargo de preboste. Documento original en pergamino, firmado por los notarios Nicolás de Echávarri, Martín Pérez de Solchaga y Pedro Ibáñez de Arrastia, con sello pendiente de cera roja. 12 de junio de 1396 (Archivo Municipal de Estella)
En Pamplona, tras casi un siglo de enfrentamiento, los francos de San Nicolás y San Cernin asaltan la Navarrería (1277), en cuyo apoyo acudían las gentes de la comarca «como frailes a sermón, porque ninguno ama a los burgos», nos dice el francoGuillermo Anelier, testigo presencial. Asalto que destruyó, incendió y saqueó la población, incluida la catedral, hasta el punto de quedar totalmente allanada («en su solar podría cortarse hierba y sembrar trigo») y sus habitantes, dispersos por el mundo, no permitiéndose su reedificación hasta el año 1324. La paz llegó ciento cincuenta años más tarde con el “Privilegio de la Unión” (1423) otorgado por Carlos III, mediante el que se establece un único alcalde, concejo y normativa para toda la ciudad, y no como hasta entonces, que la Navarrería y los burgos de San Nicolás y San Cernin vivían con sus propias autoridades y normas, de espaldas, enfrentados.
En Puente la Reina hubo enfrentamiento (1298) entre francos y naturales. Y en Estella el enfrentamiento entre Ponces y Learzas (francos y naturales) perduró hasta el siglo XV. Enfrentamiento que se intentó evitar (1310) imponiendo el castigo de ahogamiento a quien asesine, y al menos entre 1310 y 1405 se autorizó la aplicación de la norma de que “quien mate muera”. En 1322 -dice Yanguas y Miranda- los bandos se hacían la guerra, con muertos incluidos, «renovando las discordias de tiempos anteriores», por lo que el Gobernador impone una tregua que apenas tiene efecto. En 1346 se suprimen las cofradías, utilizadas por los bandos para organizarse. El enfrentamiento continúa, y Carlos III ordena (12 de junio de 1396) la alternancia de los bandos en el gobierno de la ciudad, lo que no soluciona el problema. En 1405 ordena anular los detalles ostentosos de las estellesas, superior en lujo al de cualquier otro lugar de España: vestidos de brocados relucientes, paños de escarlata y sedas, sayas guarnecidas de piel de nutria, mantos de tisú de oro forrados de piel de marta gris y hasta de armiño, capirotes de terciopelo de los que cuelgan velos, tejidos de oro que se anudan bajo la barba, escotes que desaparecen bajo collares de oro y diamantes, gargantillas de perlas orientales, botones, diademas, dijes, cadenas y anillos de oro y piedras preciosas. Ostentación que lleva al empobrecimiento de la ciudad, por lo que el Rey prohíbe para siempre el uso de perlas y diamantes, cadenas de oro, los brocados y los tisú, las pieles de marta gris, nutria y armiño, e impone orden con castigos. Solo entonces, tres siglos y medio después de la fundación de Estella, se establece la paz definitiva entre los ciudadanos de origen franco y navarro.
Sancho el Sabio, rey navarro que pobló y aforó Vitoria, en una alegoría que recuerda ese hecho.
En Vitoria, aforada por los reyes navarros, duró siglos el enfrentamiento entre la ciudad y los pueblos del entorno (Cofradía de Arriaga). Según Alfonso de Otazu y Llana (“El igualitarismo vasco: mito y realidad”), «cabe pensar, incluso, que la dureza con que los Reyes de Navarra inician el proceso (poblándola con extranjeros), provocó a la larga la crisis de autoridad de los navarros, crisis que culmina con la entrega voluntaria de Álava y Guipúzcoa a la Corona de Castilla […]. Las villas vascas que fundan los reyes de Castilla, a partir del siglo XIII, no se fundan con gentes extrañas al País. Esto se aprecia muy claramente en los casos de Villamayor de Marquina (actual Elgoibar) y Villanueva de San Andrés (actual Eibar), fundadas ambas, en tiempos de Alfonso XI (de Castilla), a petición de grupos de naturales del País que pretendían huir de la inseguridad del campo, y, de paso, de la dependencia del sistema jurídico que los linajes imponen. Esta ausencia de francos en la fundación de las villas […] marca profundas diferencias, a mi juicio, entre la forma de llevar a la práctica el sinoiquismo (cohabitación) por parte de los reyes de Navarra en un principio, y la manera en que los reyes castellanos lo desarrollan después. Los reyes de Navarra repoblaron el País de una manera violenta y dura, incrustando poblaciones extranjeras en medio de poblaciones autóctonas que veían en los nuevos pobladores su mayor enemigo […]. La respuesta del País fue tan violenta como la entrada de los francos en él. En Pamplona, en Estella, en Puente la Reina […], las luchas entre los dos bandos –sigue Otazu- se producen muy pronto; casi inmediatamente a la llegada de los nuevos pobladores burgueses. Por el contrario, en San Sebastián y Vitoria apenas hay constancia de estos enfrentamientos, pero cabe pensar que el abandono de la Corona de Navarra por parte de guipuzcoanos y alaveses y su entrega posterior a la de Castilla, se debió precisamente a ello. Es muy probable que, el que la repoblación practicada después por los reyes castellanos fuese mucho más suave, se deba a las circunstancias que rodearon esta entrega».
El Doctor en Historia Luis Javier Fortún (DDN 12-09-22) coincide con Otazu: «En 1199 Alfonso VIII […] deseaba aprovecharse del descontento existente en ellos (alaveses y guipuzcoanos) contra la monarquía navarra por la creación de una red urbana (Vitoria, San Sebastián, etc.) y la implantación del sistema de tenencias. […] Los dirigentes de la nobleza vasca se inclinaron a aceptar la soberanía de Castilla, molestos por las reformas de los reyes navarros, que habían menoscabado las bases de su poder, que hasta entonces les había permitido ser dueños efectivos del país e intermediarios forzosos entre éste y la autoridad real. La aceptación de la soberanía castellana pudo estar supeditada al cumplimiento de ciertas condiciones, como la detención del proceso urbanizador o la vinculación especial de Álava a la corona castellana mediante un régimen que cohonestara la soberanía real y la autonomía interna del territorio a través de asambleas de magnates, encargadas de elegir al señor de Álava, como si se tratara de una behetría colectiva».
Y también Miguel Larrañaga Zulueta, IE University, en “La incorporación de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa a la Corona de Castilla”: «La presencia navarra en este espacio (Álava) terminó con la conquista efectuada por Alfonso VIII entre 1199 y 1200, quien previamente había negociado con los nobles alaveses, descontentos con la política de los reyes navarros de fortalecimiento del realengo y fundación de villas».
Conociendo esa animosidad entre francos y navarros, entre naturales y extranjeros, ¿alguien puede pensar que el nombre de Estella lo adoptaron los francos traduciendo el de L´izarra? ¿Que «un grupo-comunidad cerrado e impermeable, celoso defensor de sus privilegios» -dice Juan Carrasco Pérez, historiador y catedrático de la UPNA-, orgulloso, con poder económico e independencia, sin vinculación con los naturales del país, a los que miraban con desprecio, los marginaban, se protegían contra ellos, que aunque aceptaran su convivencia (Lacarra, “Notas para la formación de las familias de fueros”) «no podrían ejercer, ni se les enseñarían determinados oficios reservados a los burgueses o francos, sino tan solo los de criados, labradores y otros menesteres de condición inferior», podían rebajarse dando a su pueblo el nombre traducido de sus despreciados vecinos? Cae por su peso que debemos descartarlo, y dando la vuelta al razonamiento de González Ollé, anteriormente expuesto, es más factible que ese asentamiento de aluvión que los navarros, atraídos por el desarrollo de la ciudad, levantaron a sus puertas (como se han formado los suburbios en la Edad Moderna), tradujeran el nombre de Est(r)ella, L´est(r)ella, L´izarra, que no debía sonarles mal por su parecido a Lizarrara y a Licharra. Mimetismo que les llevó a advocar a su iglesia, San Pedro (de Lizarra), con la misma advocación que la de los francos, San Pedro (de la Rúa).
Hasta principios del siglo XV Pamplona estaba formada por tres poblaciones independientes y enfrentadas: la Navarrería, poblada por navarros, y los burgos de San Cernin y San Nicolás, habitadas por francos.
Tengamos además en cuenta, que cuando se afora una población preexistente se documenta su nombre y su uso se conserva, mientras que las poblaciones nuevas, por próximas que estén a núcleos preexistentes (Stella respecto a Lizarrara; burgos de San Nicolás o San Cernin respecto a la Navarrería pamplonesa), reciben un nombre románico que no guarda relación con los existentes (Pamplona es el nombre del conjunto, mientras que el nombre de la Navarrería, dependiente de la sede episcopal, era Iruña, nombre común de “ciudad” en euskera). «De ahí que (dice Ricardo Ciérvide “En torno a las denominaciones de la ciudad de Estella”), salvo raras excepciones, frente a los nombres primitivos de los poblados habitados por vascohablantes, los burgos francos fueran bautizados durante esa época con topónimos cultos (en latín o romance), más acordes con la calidad social de los moradores y expresivos de la distancia social, que no geográfica: Stella (Estella), Mons Regalis (Monreal), Pons Regine (Puente la Reina), Villa nova, Villa franca, Nova Victoria (Vitoria), etc.». Y continúa Ciérvide: «Es lógico pensar que en una tierra cuya población era vascohablante, las gentes denominaran en su propia lengua materna pueblos y parajes (toponimia menor), casas y personas (oicónimos y antropónimos), y demás realidades materiales y espirituales […]. Sin embargo, y también salvo contadas excepciones, el topónimo primitivo perduró en uso entre la población vascohablante, durante un tiempo e incluso hasta nuestros días. Por una razón lógica: los componentes de las comunidades rurales siguieron utilizando normalmente topónimos que habían venido escuchando a sus padres y antepasados, y no los cultos, extraños a sus oídos y mentalidad». De ahí la persistencia de los topónimos menores: parajes, términos, fuentes…
En otra publicación (“Toponimia navarra: historia y lengua”), Ciérvide dice: «Desde fines del siglo XI empiezan a aparecer entidades de población caracterizadas por rasgos bien distintos de los lugares antiguos. Se trata de las villas fundadas por los reyes al ir reconquistando las tierras que descienden al Ebro y al ir jalonando las etapas del Camino Jacobeo con poblaciones que atendieran al abigarrado mundo del peregrinaje. Así surgen Estella, Monreal, Miranda, Puente la Reina, Viana, los Burgos de San Cernin, San Miguel y San Lorenzo, Los Arcos, Sangüesa, Villanueva, Villafranca, Villava, Tiebas, Torralba, etc., con nombres plenamente romances que aluden a situaciones fronterizas que recuerdan el mediodía de Francia».
Parte del apostolado de la fachada de la iglesia del Santo Sepulcro. En la base del apóstol de la izquierda, armas de los Ponz o Ponce, familia que dio nombre a los estelleses de origen francés que durante siglos se enfrentaron a los estelleses de origen navarro: Ponces contra Learzas.
Siguiendo a Ciérvide, la toponimia menor, la que más perdura, nos permite conocer qué idioma se hablaba en un determinado pueblo en época histórica. Si observamos la toponimia urbana de Estella (Jimeno Jurío, “Toponimia rural y urbana”), no encontramos genéricos en vascuence, sino en latín o romance: vía, carraria, carrera, camino; nunca bidea, normal en los pueblos del contorno. En la que corresponde a nuestros campos, vemos topónimos romances en los parajes de los burgos (Fons salatus “Agua Salada”, Podium rotundum “Monte Redondo”, Remontival, Canflorit, Candelitera, Olzineda “Oncineda”, Palomarea. Pieza del Conde, Candelitera, Rocamador, Rocheta, Ventosa, San Lorenzo, Valmayor, Valdelobos, Los Llanos, Belviste, Fosal, Nora (de noria), Martinsincosa, Rapún, etc.), mientras que los correspondientes a las poblaciones vascohablantes de Lizarra, Eldur y Ordoiz, son vascos (Aizpuru, Aiztondea (Estandeta), Aranbelz, (El) Dur, Belástegui, Ibarra, Galdarráin, Urbieta, Zaldu, Alcaburua, etc.). Como excepciones, Arieta, que de Santa Bárbara bajó al llano para compartir topónimo con Agua Salada, y Fuente de la Salud (derivada, probablemente, de fuente de Zaldu, fácilmente confundible en su pronunciación para el que habla romance), Peñaguda, San Pol (San Pablo) y Puy en la zona que corresponde a Lizarra, y Mercatondoa en la que corresponde a la Estella romance. Y si los francos nombraron en romance la toponimia de sus campos, erradicando, de conocerlo, todo vestigio anterior, no es aceptable que para dar nombre a su población tradujeran un topónimo ajeno.
A mi juicio, acertado está Alfredo Floristán (“De Lizarra a Estella, una reflexión geográfica”) cuando opina que «el nombre de la ciudad tendría que ver, en este caso, con la estrella-guía de Compostela». No olvidemos que Estella nació por y en función del Camino de Santiago. Por tanto, sin ninguna dependencia ni relación del nombre de Lizarra.
Iglesia de San Pedro de Lizarra, donde se asentaron navarros atraídos por el poder económico y social de los francos.
Lizarra núcleo independiente. Lizarra se documenta por primera vez en 1123, cuando se cita una viña que pertenecía a los cofrades de Lizarra (que est in terminum de Lizarra). Cuando en 1187 Sancho el Sabio crea la Población de San Juan, la ubica al otro lado del puente de San Martín, junto a la villa de Lizarra (In populatione de Stella, quam ego populaui ultra pontem Sancti Martini iuxta uillam de Liçarra). Un año más tarde (1188), “los hombres de Lizarra”, es decir, el concejo vecinal, disputaron a los de Bearin el término de Regue, que fue adjudicado a los segundos. Disputa en la que no interviene Estella por ser población distinta a Lizarra.
Lo dice Lacarra (“Estella, ciudad comercial”. Revista de fiestas de Garbayo, 1934): «Este barrio extranjero (San Martín) corresponde aproximadamente a la actual parroquia de San Pedro de la Rúa. Otro barrio, habitado por gentes del país, había en lo que hoy es calle de Lizarra; estas no gozaban de tales exenciones y privilegios; formaban en realidad dos poblaciones distintas, con organización totalmente diferente; estos eran exclusivamente labradores, y seguramente villanos del rey; aquellos, hombres libres, alternaban el cultivo del campo con la artesanía y el comercio».
Según Jimeno Jurío (“Toponimia rural y urbana de Estella”), «La pujanza económica de Estella […] acabó absorbiendo a Lizarra, convertido en una especie de barrio […]. La absorción fue muy lenta. Hasta el siglo XIII, antes de la redacción de las Ordenanzas, Lizarra sólo aparece nominando a su parroquia de San Pedro, al puente sobre el Ega frente al portal de San Juan (actual puente de San Juan, frente a Recoletas), al núcleo urbano primitivo (Sancta Maria del Poi super Lizarra, 1174); continuó siendo un municipio y núcleo urbano independiente […]. El topónimo continuó utilizado como sobrenombre personal durante los siglos XII y XIII».
«Ningún documento del siglo X y XI alude a la iglesia de San Pedro de Lizarra (en la Edad Media fue la única iglesia de Estella dependiente del obispo de Pamplona; el resto de las iglesias dependían de Irache o de San Juan de la Peña), al menos de una manera categórica e indiscutible», dice José Goñi Gaztambide, (“Historia eclesiástica de Estella”).
A principios del siglo XX, en las entradas de la ciudad se colocaron estas cerámicas. Obsérvese que no equiparan Estella a Lizarra, sino que, por la diferencia de tamaño, indican que Estella incorporó a la población de Lizarra. Por otra parte, el nombre de Estella-Lizarra lleva consigo la anomalía de incluir dentro de la ciudad al barrio y calle de Lizarra.
Absorción que, como dice Jimeno Jurío, no fue rápida ni sencilla. Teobaldo II, nos dice Ángel Casimiro de Govantes (“Diccionario geográfico histórico de la Real Academia de la Historia”, 1802), «en 1266, el viernes antes de San Marcos […], ordenó la unidad de los oficios de justicia. Que todos los vecinos fueran uno, con un solo alcalde, un preboste y únicos jurados. Al parecer, la unión no se consolidó hasta el año 1405 reinando Carlos III el Noble», pasando a ser Lizarra un barrio de la ciudad.
También para Emiliano Zorrilla (“Historia de la Virgen del Puy”) la absorción se produjo a fines del XIII: en años 1286 y posteriores se mencionan casas de la “villa d´Esteylla, en la perrochia de la iglesia de Sant Pedro de Liçarra”.
Otro dato: «muerto Enrique I (22 de julio 1274), tomaron parte en la elección de Gobernador de Navarra Miguel Baldoin y Bernardo Montaner por el concejo de la rúa de San Martín de Estella, Sancho de Peralta y Bertolomeu de Ezquerra por el concejo de San Miguel y San Pedro de Lizarra, y Sancho Sotero y Bertolomeo de Nazar por el conceillo de la Población d´Esteilla (barrio de San Juan). Los tres grupos de representantes pusieron los sellos de sus respectivas comunidades (27 agosto 1274), dice Goñi Gaztambide (“Historia eclesiástica de Estella”), de lo que extraemos tres datos interesantes: 1) Lo que hoy son parroquias eran entidades jurídicas independientes. 2) Lizarra fue absorbida por la villa vieja de San Miguel, y formando parte de ella se integró en Estella, que a partir de 1280 tiene una administración municipal común. 3) los apellidos de los representantes de los barrios denotan el origen francés de los de San Pedro, el origen mixto de San Miguel/Lizarra, y el navarro del resto.
Tomado de la televisión vasca (ETB). Las únicas poblaciones con nombre compuesto, Estella y Vitoria, son las únicas que tienen su origen en el asentamiento de población extranjera. Dicho de otra manera: las que menos pedigrí vasco tienen en su origen.
Cambio de nombre. Cambiar el nombre de una población, de un territorio, erradicar el nombre original, es la forma más socorrida y efectiva para intentar cambiar la historia. Lo hemos visto anteriormente; lo vemos en cantidad de publicaciones físicas o virtuales en euskera, en las que Estella ha desaparecido para dar paso a Lizarra.
No se persigue otro fin cuando se antepone la ideología o se «convierte en bandera política». En estos casos, y en el tema que nos ocupa, no cuentan las evidencias históricas, el origen del nombre o el uso tradicional, para intentar vendernos que Estella y Lizarra responden al mismo hecho, son equivalentes e intercambiables. Así, en base a informes para salir del paso, dudosos o sesgados, el Ayuntamiento acordó modificar el nombre de la ciudad, de manera que desde septiembre de 2011 el nombre oficial pasó a ser Estella-Lizarra.
Siendo generosos, debería ser Estella en castellano, y Lizarra en euskera, si nos atenemos a lo establecido en el Decreto Foral 229/1991, de 13 de junio, que en su Artículo 1 establece: “Las denominaciones oficiales de Estella son Estella y Lizarra. Dichas denominaciones serán oficiales a todos los efectos”. Por tanto, según este decreto la denominación es Estella en castellano y Lizarra en euskera, no, como se utiliza ahora, Estella-Lizarra, al que se llegó por el proceso siguiente: el 22 de septiembre de 1987 se presentó la propuesta de cambio de nombre que no prosperó. El 4 de diciembre del mismo año, con el apoyo de informes de Jimeno Jurío, Beruete, Martín Duque y del concejal Platero, fue sometida a votación, obteniendo diez votos positivos y siete negativos. Al requerirse una mayoría de dos tercios, el cambio quedó sin efecto.
En octubre de 2005 se retomó el tema, siendo aprobado el 5 de enero de 2006 con los votos de PSN, IU, EZ, CUE y PNV, oponiéndose UPN con el apoyo de 739 firmas de ciudadanos. En febrero del mismo año el Gobierno de Navarra denegó el cambio por entender que vulneraba la Ley Foral del Vascuence 18/1986. Recurrida la decisión, el TSJN, por considerar que el Ayuntamiento tenía derecho a «cambiar la denominación», obligó al Gobierno a refrendar el cambio. El Gobierno recurrió al Supremo, que en junio de 2011 emitió una sentencia por la cual avalaba el nombre bilingüe al considerar que la no aceptación podría ser «inconstitucional por no respetarse el principio de autonomía local consagrado en el art. 140 de la Constitución». El 14 de septiembre de 2011 se publicó el cambio en los boletines del Estado y de Navarra, y desde entonces Estella pasó a ser Estella-Lizarra.
Con este cambio se incumplió la Ley Foral del Euskera, 18/1986, que en su art. 8, apdo. b), dice: «En las zonas mixta y no vascófona, la denominación oficial será la actualmente existente, salvo que, para las expresadas en castellano, exista una denominación distinta, originaria y tradicional en euskera, en cuyo caso se utilizarán ambas».
Convocatoria para este mes de septiembre. En la columna de la derecha, escrita en euskera, la palabra Estella no existe. Un ejemplo de que con el cambio de nombre se busca la desaparición del original.
¿Era necesario euskerizar un nombre que era tanto vasco como romance?La profesora de latín y griego en lengua vasca, Begoña Martínez Lasheras, en artículo publicado en la prensa, se preguntó: “Estella ¿topónimo vasco? Estella, euskal toponimoa?”, contestándose: «Estella, independientemente de su etimología, podemos considerarlo nombre vasco ya que fue integrado en la lengua vernácula en fecha temprana […]. Hacemos nuestros los criterios utilizados en la elaboración de la toponimia de Bizcaia, Alava y Gipuzkoa para definir qué es un topónimo vasco: es aquel de etimología vasca o el que, siendo de origen no vasco, se encuentra integrado en el sistema lingüístico del euskara». A la pregunta «¿cómo han designado tradicionalmente los hablantes euskaldunes a la ciudad del Ega?», Begoña, tras hacer un repaso por los topónimos de la zona (en el libro “Toponomástica Histórica en Tierra Estella” no aparece ningún nombre en el que figure Lizarra) vivos y documentados, responde que siempre figura Estella y una terminación euskérica. Por ejemplo, Estellabidea (camino de Estella), Estellabidegaina (encima del camino de Estella), Estellar soroa (pieza del estellés). Alguno de los cuales aparecen en protocolos notariales del siglo XVI, lo que da idea de su antigüedad. A continuación recoge la evolución del topónimo Stella-Stela-Estella, cita la opinión coincidente de Mikel Belasko y Peio Itxaniz, y se apoya en que la “Comisión de Toponimia del Consejo Navarro del Euskara” prefirió el topónimo Estellerria a Lizarraldea, y que en lo referente a Estella, la citada Comisión (“Toponimia de Navarra. Criterios de normalización lingüística y nomenclátor de localidades”, punto 2.2.3.12) dice: «En algunas ocasiones se ha considerado como nombre euskérico un nombre antiguo, que no se refiere a la totalidad del pueblo o ciudad actualmente existente: Estella/Lizarra […]. Además sería muy violento volver atrás, en el caso de Estella/Lizarra, por ejemplo, por la acogida y el uso que tiene el segundo nombre (Lizarra), a pesar de que en los últimos siglos los navarros vascohablantes –tanto de los alrededores como de los pueblos más alejados- han utilizado Estella, tal y como sigue utilizándose en Ergoiena y otros lugares. En esos casos tiene que darse prioridad a las razones extralingüísticas». Begoña termina afirmando: «es innegable que Estella es un topónimo tan vasco como Lizarra. Lo demuestran no sólo la documentación sino el uso secular por parte de los vascohablantes».
En consecuencia, vemos con claridad que la excepción no está basada en criterios lingüísticos ni históricos, sino políticos: «A veces sería además muy violento volver atrás, en el caso de Estella/Lizarra, por la acogida y el uso que tienen el segundo nombre (Lizarra)…». Uso reciente, minoritario, hay que decir.
Coincide Pello Etxaniz, historiador y profesor de la ikastola Lizarra (“Historia de la lengua vasca en Tierra Estella”): «En todo caso, la palabra Lizarra, de origen vasco, se puede considerar también castellana, ya que ha sido usada en esta lengua a lo largo de muchos años. De la misma manera, la palabra Estella, de origen latino o romance, es sin duda palabra vasca de larga tradición».
Entonces, si Estella se puede considerar un topónimo tanto vasco como romance, ¿qué necesidad hay de cambiarlo, violentando la historia y el uso? Miramos a San Sebastián, y vemos que nadie ha cometido la aberración de cambiar el nombre al Kursaal (de origen germánico, significa “sala de curas”), al (Mercado de) La Brecha, al (Museo de) San Telmo, al (monte) Urgull, etc. Si dirigimos la mirada a Guipúzcoa, nadie propone cambiar de nombre al río Deba (topónimo celta; con ese nombre hay ríos en Asturias, Galicia y Teruel), al Oria (nombre de origen latino, derivado de Aurea, dorada, que en Castilla dio origen a Soria), a Tolosa (de raíz preindoeuropea, al igual que Toulouse, Toledo, Tolon, etc.)… En Álava tenemos Laguardia (nombre romance que en origen era La Guardia de la Sonsierra Navarra), Labastida (nombre occitano que significa población fortificada), etc. En Vizcaya, Portugalete (diminutivo del celta portus-galorum o “puerto de los galos”, al igual que Portugal), etc. En Navarra, nadie ha propuesto la estupidez de castellanizar nombres como Ujué, Mendigorría, Baigorri, o el propio Lizarra ¿Por qué cambiar el nombre a Estella, nombre de origen latino (Stellae) asimilado por el romance y el euskera, e integrado en ambos idiomas? La respuesta es: por razones políticas.
Otra toma de la plaza de San Martín.
Además, aceptando que Estella tiene su origen en Lizarra, lo que es falso, estamos anulando la singularidad de Estella: la de ser el primer -quizá único- pueblo de España que fue creado para dar servicio a la peregrinación jacobea. Ni Pamplona, ni Logroño, ni Burgos, ni León; ningún pueblo de España –y posiblemente de Europa- tiene la singularidad de Estella en antigüedad y en objetivo: ser, utilizando términos actuales, un área de servicio de la vía que se estaba promocionando: el Camino de Santiago (cuando en EE.UU. se construyeron los ferrocarriles de costa a costa, se crearon, para dar servicio a la infraestructura, poblaciones nuevas sin relación con los pueblos que habitaban el territorio. Lo mismo sucedió en los caminos que los españoles hicieron en las Indias).
Por eso, cuando hace pocos años vino una representante de Úbeda y Baeza para exponer cómo podíamos optar a ser Patrimonio Mundial de la UNESCO (mi presencia fue vetada por la alcaldesa Mª José Fernández), y se presentó la candidatura de Estella-Lizarra, no pasó el corte porque poblaciones con patrimonio artístico en el Camino de Santiago hay cientos, mientras que si se hubiera presentado como Estella, como la primera población -quizá única- que fue creada por y para dar servicio a los peregrinos, el resultado hubiera sido distinto. Hubiera sido posible si no se hubiera adulterado su origen y su nombre. No es, pues, inocuo el cambio de nombre.
Finalmente, como colofón, pido que el Ayuntamiento corrija el error y devuelva a la ciudad el nombre que le corresponde: Estella, nombre tan euskera como castellano.
Septiembre 2022.