EL CARNAVAL III

(Caldereros y mascarada suletina)

Nota: Las fotografías de este reportaje corresponden a la Noche de Caldereros que se celebra en Estella dos sábados antes del Carnaval.

Las estrofas que figuran en los "pié de foto" corresponden a las canciones que esa noche se cantan.


Cuando las sombras invaden la ciudad, el oso sale de su osera y baila al son de acordeones y pandereta.

El desfile de Caldereros, tal y como puede verse ahora en ciudades y pueblos, tiene su origen en la ciudad de San Sebastián.

En 1990, Vera del Bidasoa fue la primera población navarra en incorporarlo a su carnaval.

En 1993 lo incorporó Pamplona, y Estella, que tomó modelo de Tolosa, lo celebra desde 1999.

San Sebastián y Tolosa, como localidades con más tradición "calderera", tienen para la comparsa una música y una letra específica, en la cual se ha basado Estella para adaptar la suya.

Pamplona, por el contrario, utiliza el vals nº 13 del gaitero estellés Julián Romano.

Como casi nadie suele ser profeta en su tierra, sucede con frecuencia que mientras otros valoran nuestro legado, nosotros lo olvidamos y sustituimos por copias, mejores o peores, de legados ajenos.


Ainara, la reina de los zíngaros, custodiada por seres enigmáticos y montada en carroza que arrastra brioso corcel...

Esta fiesta se celebró por primera vez en San Sebastián el año 1884, coincidiendo con el día de la Candelaria (2 de febrero), y continuó en esa fecha hasta que en 1962 la sociedad Gaztelubide, encargada de su organización, por inclemencias del tiempo la trasladó al sábado siguiente a la Candelaria, fecha en la que desde entonces se celebra.

A partir de 1912 el desfile perdió fuerza y estuvo a punto de desaparecer debido a que la Candelaria, que hasta entonces era fiesta de guardar, a partir de ese año dejó de serlo por decisión del Papa Pío X.

La Candelaria era la fecha en la que la Iglesia, de algún modo, daba autorización para el comienzo del Carnaval, el cual en San Sebastián debía celebrarse con tal derroche de lujo y máscaras que algunos lo equiparaban con el de Venecia.

Es probable que los que por economía, rango social u otros motivos quedaban fuera de la fiesta elitista, se adelantaran con un desfile (Caldereros) para el que no era necesario disfrazarse con elementos y trajes costosos.


... dirige a la tribu, que canta con fuerza:

"¡Que belleza! ¡Que paisaje
contemplamos por doquier!
¡Al gran pueblo Lizartarra
saludamos con placer!

Pero el desfile de Caldereros no tiene nada que ver con la Candelaria, fiesta de origen pagano cristianizada en el Jerusalén del siglo IV con el nombre de "Quadragésima de Epifanía", y que desde el siglo X conmemora la Purificación de la Virgen.

Era ésta una fiesta que todo el orbe cristiano aprovechaba para bendecir cirios y velas que a lo largo del año se encendían cuando se avecinaba o desataba una tempestad o una tormenta.

También se le daba un significado especial. Así, en el valle navarro de Aezcoa el cura salía de la iglesia con un cirio encendido, y si se apagaba era señal de que el invierno sería largo y desastroso, mientras que si permanecía encendido era indicio de que el invierno iba a ser breve y bueno. En otros pueblos, era la lluvia, con su presencia o ausencia, la que indicaba qué tipo de invierno iba a hacer.


Todos, niños y grandes, aporrean los calderos y continúan cantando:

"Caldereros somos de la Hungría,
que venimos a trabajar.
Aquí Momo nos envía
a decirles que pronto vendrá"

Pero ya se sabe que todos los pueblos son proclives a dar a sus costumbres -aunque sean recientes- un origen legendario, o, por lo menos, anecdótico y especial.

Como no podía ser menos, sobre el origen de esta comparsa existen tradiciones que paso a exponer, aunque dudo mucho que sean ciertas.

Se dice que la fiesta nació como emulación a las tribus gitanas que desde Francia o Centro Europa año tras año acudían a la ciudad para ofrecer su servicio de caldereros y estañadores.

Como el decir popular adjudicaba a esas pobres gentes poderes hechiceriles y capacidad para el maleficio, se decía que esos zíngaros se refugiaban en los montes próximos a la espera de que las nubes descargaran agua, aprovechando el momento para bajar a los pueblos a ejercer su oficio. Veían también en su presencia un augurio de mal tiempo, y se les atribuía la capacidad de provocar tormentas y de atraer la lluvia hacia el lugar en el que deseaban trabajar.


Hasta las abuelas, orgullosas de sus nietos, entonan con fuerza:

"Componemos la vanguardia
del alegre Carnaval
¡Ay cuanto vamos a gozar!


Cantad... Bailad... Gozad...
¡Si! ¡si! Bailad... Gozad..."

Un observador atento se preguntará cómo es posible que se retiraran o escondieran en unos montes como los guipuzcoanos, totalmente abarrotados de caseríos que festoneaban el territorio de lo más alto de las cimas a lo más bajo de los valles. También se preguntará cómo es posible que esperaran la lluvia, o incluso la provocaran, en una tierra en la que la lluvia era una constante que pocas veces faltaba.

Conviene señalar, también, que ninguna relación existe entre los calderos y la lluvia. Los calderos son recipientes que sirven para calentar agua y cocinar alimentos, empleándose por igual en la húmeda Guipúzcoa o en la seca Almería.

Pero como bueno es rodear la fiesta de esos orígenes fantasiosos y enigmáticos, completaban la leyenda con la presencia del oso. Animal que dicen acompañaba a los zíngaros, y que, salido del letargo invernal, en estas fechas representaba la llegada de la primavera.

Sin ánimo de aguar la imaginación de los donostiarras, en mi opinión el modelo lo tomaron de las mascaradas suletinas, que a continuación describo, y, concretamente, en la mascarada negra.


También las niñas, atenta la mirada, siguen la melodía:

"Recorrimos diversos países
y admiramos beldades a mil
pero nunca mujeres tan lindas
como las niñas de aquí.


Su cintura es flexible palmera;
son sus labios cual fino coral,
si ellas fueran caldereras
con sus ojos fundirían metal.

Las mascaradas son unas representaciones muy complejas que desde tiempo inmemorial se han celebrado en el País Vasco-Francés, y principalmente en el País de Soule, en Zuberoa, en periodo comprendido entre Año Nuevo y el Martes de Carnaval.

De origen desconocido, y descartada la atribución que se venia haciendo al conde de Tresville (siglo XVII) como creador de las mismas, cada vez hay más autores cuyo origen lo ven en las "mascaradas" de la antigua Grecia.

Componen las comparsas los varones solteros (los papeles femeninos los interpretan hombres disfrazados), en número superior a las 72 personas, y divididos en dos grupos claramente diferenciados: la Mascarada roja, en la que predomina ese color y todo es orden, compostura y elegancia, y la Mascarada negra, en la que, vestidos de forma estrafalaria, predomina el desorden.


Y los adultos, pensando en el trabajo que les aguarda, no dejan de repetir:

"Queridos compañeros,
vamos a trabajar.


Componemos bien y pronto,
peroles, chocolateras,
los braseros y calderas,
barato y con perfección"

La Mascarada roja la componen el Txerrero, personaje de carácter animal que viste chaquetilla roja y pantalón negro hasta las rodillas. Lleva grueso cinturón de cuero con ocho o diez campanillas de cobre, y un palo forrado de tiras de papel rojo y dorado, provisto en su extremidad de una mata de crines de caballo, con el que marca el ritmo del cortejo. Antiguamente llevaba una media roja y otra negra.

Le seguían los Corderos (Atxuriak), representados por dos o tres niños vestidos de blanco a los que mediante una cuerda sujetaba el Pastor (Artzaria), el cual llevaba un hacha de madera a su espalda y caminaba emitiendo constantes silbidos. Todos ellos han desaparecido de las Mascaradas actuales.

Otro personaje desaparecido es el Oso. Antiguamente ocupaba ese papel un auténtico plantígrado al que acompañaba el domador.

A continuación va el Gato (Gathia o Gathusain), quien viste parecido al Txerrero y va provisto de una especie de tijera de madera (sorgingoaiziak = tijera de brujas) formada por rombos articulados, con la que molesta a la gente, atrapa lo que puede, y espanta a los malos espíritus.

Después va la Cantinera (Kantiniersa u Ostalera). Joven que lleva un pequeño barrilito de estaño al hombro y va vestido con chaquetilla azul, falda roja, y medias blancas. Ropa que en otra época caracterizaba a las que ejercían ese oficio en el ejército francés.

Este personaje sustituyó a la Gitana o Bohemia (Errumesa), la cual vestía de harapos y, con las piernas casi descubiertas, destacaba por las obscenidades que cometía y las chocarrerías con las que divertía al público mientras daba golosinas al Zamalzain.


Dejando muy claro en estos tiempos de hipoteca y empleo precario:

"y trabajamos de balde,
aunque el maestro nos riña,
si nos miran las niñas
que están en ese balcón"

Les sigue el personaje más importante, el Zamalzain, el cual representa a un caballero tocado con gorro emplumado y con espejos, que simula montar sobre un esquemático caballo cubierto de enaguas que lleva en la cintura. Parece representar a un "caballero", al que capan, quizá para simbolizar el no sometimiento del pueblo a los caprichos de la nobleza. (Éste personaje y la Cantinera pueden verse en una fotografía de mi reportaje anterior, correspondiente al Carnaval de Valcarlos).

Después van dos Capadores (Kerestuak), reconocidos porque hablan una lengua extraña (el bearnés), visten pobremente y de oscuro, y llevan un bastoncito detrás de la cabeza.

A continuación iban dos vendedoras de flores (Lore Saltzaileak) que ofrecían su mercancía al "Señor". Hoy también han desaparecido.


Tampoco falta ese toque de misterio...

¡Ehhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Lizartarras hechiceras,
¿Quién nos llama?, ¡que nos vamos!
¡Grato recuerdo llevamos,
al separarnos de aquí!

Tras ellos desfilan dos filas de Capuchas o Encapuchados (Kukulleroak = personajes con cresta) haciendo alarde de agilidad a la vez que mueven sin cesar un bastón del que cuelgan cintas doradas y negras. Visten parecidos al Gato.

Después vienen los Herradores (Perratzaileak o Manitxalak), encabezados por un "patrón" que lleva un delantal amarillo y las herramientas del oficio, al que acompañan varios aprendices con pinta de vagos que se encargan de recoger los donativos.

Le sigue el Abanderado (Entseñaria), personaje agilísimo que viste de negro y lleva la bandera de la región.

Finalmente van el Señor y la Señora (Jaun ta Andrea). El primero con casaca negra galonada, pantalón del mismo color, sobrero negro también galonado, y espadín al cinto. La Señora va de blanco, con sobrero del mismo color.

Cierran el cortejo el Labrador y la Labradora (Laboraria ta Etxekoandrea). Llevan atuendo de campesinos y una pértica (vara en cuyo extremo se coloca la punta de un clavo, y que sirve par azuzar a los bueyes) adornada.


....en el que educan desde la más tierna infancia a los pequeños de la tribu,...

"Arbeit asfreit
ist gut ruhen singelin!
Frais den fort len
Wolmiach ot men"

Un grupo de músicos se interpone entre los anteriores y los componentes de la Mascarada negra, la cual tiene también su Txerrero y su Zamalzain, a los que siguen un buen número de Gitanos y Gitanas (Buharriak ta Errumesak) portando grandes navajas de madera y diciendo y cometiendo indecencias. Al frente de los zíngaros va un "jefe" que pronuncia discursos cargados de erotismo.

Les acompañan los Caldereros (Kuteras), formados por el "maestro" (oberni), el "oficial" (pupu) y el "aprendiz" (pitxun). Van sucios y andrajosos, obedecen al látigo del "oficial", y en un carro tirado por un asno llevan una vieja caldera agujereada.

Siguen los Afiladores (Xorrotzak), oficial y aprendiz, recitando versos para que el público les de dinero.

En otra época les acompañaban un Barbero, un Obispo burlescamente caracterizado, los Deshollinadores, el Español, los Mendigos, el Limpiabotas y su aprendiz, un Pastelero, y un Médico.

Vigilaba todo el cortejo el Sargento, personaje sin disfraz que llevaba un sablecito suspendido de la cintura.


...que seguirán atentos la tradición de su mayores.

Con origen en un determinado pueblo, este cortejo recorre las localidades vecinas con un espectáculo dividido en cinco partes.

En la primera, llamada Acción guerrera, parodian la lucha entre la comitiva y los vecinos del pueblo visitado. Éstos, con faldas sobre los pantalones, las caras tiznadas, armados de palos y horcas, dando gritos femeniles, y protegidos detrás de barricadas, se defienden echando agua a la comitiva.

Ante la barricada, los rojos danzan en armonía, mientras que los negros se agitan y gritan. Tras diversas danzas entre defensores y atacantes, los rojos asaltan la barricada, siendo obsequiados con bebidas por los "defensores", los cuales se incorporan a la comitiva para repetir la acción en los pueblos siguientes. Superada la última barricada, se baila la danza de los kukulleros.

En la segunda parte, llamada La visita de los notables, cuando la comitiva se dirige a una casa, de pronto sale de estampida el Zamalzain, al que persiguen Castradores y Gitanos dando gritos y blandiendo palos.


Terminado el trabajo, el consejo de ancianos...

La tercera escena, llamada La Branlia, es de gran complicación. Excepto el Señor y la Señora, todos los rojos bailan formando un círculo con el Zamalzain en el centro. Seguidamente invitan a las jóvenes de pueblo, y con ellas forman una cadena circular abierta cuyos extremos ocupan el Señor y el Labrador. En honor del Señor baila el Txerrero enfrentado al Gato, y el Zamalzain opuesto a la Cantinera. Acabado el baile, el Abanderado los invita a salir por el espacio que queda entre el Señor y el Labrador, quienes lo impiden agarrando las puntas de un pañuelo. Entonces el aprendiz de calderero se coloca a cuatro patas para que, utilizándolo de estribo, puedan saltar por encima del pañuelo, lo que hacen al tercer intento.

A esta danza le sucede la del caracol, llamada así por las complicadas evoluciones y espirales que ejecutan. Cuando después de varias marchas y contramarchas la cadena adopta la posición inicial, el Señor y su "invitada" alzan el pañuelo para que la comitiva, con el Abanderado y el Labrador al frente, pasen por debajo. A continuación la "invitada" se retira, momento que aprovecha el Abanderado para raptar a la Señora y bailar por fuera de la cadena, mientras que el Señor los persigue bailando por dentro. Al terminar la vuelta se encuentran en el hueco, momento en que el Señor agarra a la Señora y todos ocupan el puesto inicial.


...decide que ha llegado la hora de reponer fuerzas...

En la cuarta escena, llamada de Las Funciones, el baile da paso a la mímica. Cuando participaban todos los personajes, el Pastor luchaba contra el Oso, mientras que los Corderos, asustados, pretendían huir. El Oso fingía retirarse y, cuando el Pastor se confiaba, volvía y se apoderaba de un cordero con el que subía al tejado de una casa vecina. El Pastor lo perseguía, luchaba, y a consecuencia de la lucha un muñeco -que había sustituido al niño- caía a la calle. El Oso escapaba y se encaramaba a un árbol, del que caía muerto por los disparos de los Gitanos.

Lo señalado de esta cuarta escena ha desaparecido, y hoy su lugar lo ocupa el baile alrededor de un vaso con vino sobre el que en la parte final de la danza hay que posar los pies sin derramar el líquido.

A continuación, el Gato, la Cantinera, el Zamalzain y los Gitanos parodian herrar al Txerrero, teniendo que repetir la operación por haber fallado al primer intento.

Seguidamente los Capadores van a por el Zamalzain, colocando trampas que desbarata el Gato. Cuando lo cogen, hacen como que lo capan y lanzan al aire dos corchos que semejan los genitales.


...con una chistorra de Aguinaga elaborada con la fórmula secreta de "Las Andrejas"

Después, los Afiladores bailan delante del Señor, quien les da la espada para que la afilen. Discuten como hacerlo, y tras un intento fallido la entregan al Señor y cobran sus honorarios. En un descuido el Gato se apodera de la espada y huye bailando y perseguido por los Afiladores.

Les sigue el jefe de los Gitanos, quien cuenta su historia. Antiguamente jugaban a "la teja", disputaban, luchaban, y moría un "gitano", que el médico resucitaba.

Finalmente son los Caldereros los que intervienen con danzas y un episodio burlesco en el que interviene el Gato.

Pero la parte principal de éste número es cuando el Señor les da para arreglar un viejo caldero. El "patrón" lo entrega al "aprendiz" para que lo componga. Éste se insolenta, por lo que tiene que darlo a un "obrero", que también protesta, hasta que, arrepentidos, ambos lo cogen y lo arreglan. Entregado al Señor, éste lo eleva, y muestra su disconformidad señalando que tiene un agujero por el que se ve el cielo. Lo vuelven a coger los Caldereros, intentan arreglarlo, pero tampoco lo logran. Entonces, para ocultar su fracaso, lo entregan tapando el culo del caldero con un sombrero, para que así no se vea la luz. El Señor, satisfecho con el trabajo, lo paga, pero el "aprendiz" coge el dinero y huye. El "maestro" lo alcanza y le pega tal paliza que lo deja moribundo, sanando por la atención del "médico".

Así acaba una función que dura de las ocho de la mañana a las tres de la tarde.


Mientras tanto, el oso piensa si no le convendría comer unos chuletones de caballo...

Como habremos podido comprobar, para justificar el origen de "Los Caldereros" no hay que acudir a explicaciones inverosímiles, lugares lejanos o personas de origen extraño. En mi opinión, el modelo está mucho más próximo, y podemos encontrarlo en las "Mascaradas suletinas", de las que acabo de dar un resumen.

Para saber más:
           "El Carnaval", de Julio Caro Baroja
           "Nosotros Los Vascos", tomo III, de José Dueso

Marzo 2005

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© Javier Hermoso de Mendoza