Cuando el 29 de septiembre de 2006 subo al Parque de los Desvelados para entrevistar al autor de la obra, lo encuentro reparando una larga escultura que representa un cadáver tumbado con las manos entrelazadas sobre el pecho.
Sostenida sobre estacas y pilares de piedra seca, el artista tiene que reconstruir casi toda la cabeza, destrozada bajo los pies de los visitantes.
-Llegan los colegios, los niños... ¡pero si hasta las monjas se suben encima!, me dice molesto. El otro día vino uno de tu edad, algo más joven, con dos niñas "¿Me conoce usted?", me pregunta. Venía a los 18 años y con la moto escalábamos las calaveras, dice riéndose.
Y el artista señala los restos de una de las esculturas más grandes de Europa, de la que apenas queda la parte que quedó protegida por la maleza.
El artista de las calaveras es un moderno Sísifo que cada cierto tiempo tiene que reconstruir la obra que los visitantes destrozan, quizá con buena voluntad, para obtener una instantánea subidos sobre las esculturas.
Y las repara pacientemente, con la ilusión de construir más adelante una gigantesca escultura en forma de avión accidentado, fletado por una supuesta compañía llamada "aire-cementerio".
Son unas esculturas cuyos complementos evolucionan al compás de los tiempos. Primero y siempre fueron las enormes calaveras construidas con los palos de un arbusto llamado zumaque (ver en esta Web un reportaje sobre el mismo), malla conejera, malla mosquitera y pintura. A ellas asoció, después, varios coches que habían quedado destrozados por los accidentes.
Y, recientemente, una silla de niño rota por un coche que se llevó la vida del bebé.
Una placa junto a la silleta muestra la siguiente leyenda: "Cuando sea mayor seré futbolista, si el destino quiere". Leyenda errónea. El artista me dice que se equivocó, y que debería decir, en boca de la madre: "Mi hijo, de mayor, será futbolista, si el destino quiere".
-¿Por qué empezó haciendo calaveras?, le pregunto.
-Es lo que yo hago.
-Y ahora coches...
-Están de moda.
-Todo relacionado con la muerte...
-¿Pero no lee usted los periódicos?, me dice con cierta indignación. ¿No ve lo que está pasando en las carreteras? ¿Los fines de semana? ¡Es horrible! ¡Horrible! ¡Tantos muertos! Dentro de trescientos años, cuando aquella gente hable de nosotros, dirán, ¡que salvajes! ¡Mira que morir en la carretera! Coges un coche, y no sabes si vas a llegar a casa. ¡Calaveras!; todos somos calaveras por dentro. Mucha gente se asusta. Pero señora, hágase una radiografía y verá lo que lleva dentro; es el destino del ser humano.
-Veo que no le gustan mucho los coches.
-¡Nada! Les tengo antipatía. Monto en un coche, e igual me sacan con los pies p´lante. ¡Siempre muerte! ¡Siempre muerte!
-¿Su hermano murió en accidente?
-Sí. También era artista.
Junto a la escultura más grande, una placa recuerda al hermano desaparecido: "Esta escultura se la dedico a mi hermano Alberto, muerto a la edad de 59 años. Vivió como un artista que era y abrazó la muerte con valentía y dignidad al tener que vivir como una piltrafa humana. 1991".
Las esculturas reproducen calaveras, la mayoría de gran tamaño, en cuya construcción ha empleado cuatro o cinco años, y levantadas a lo largo de siete lustros por un artista que en el buen tiempo pintaba en París retratos para los turistas, y durante los inviernos, día tras día, hiciera el tiempo que hiciera, subía a la mañana y a la tarde a levantar las esculturas que en Estella llamamos "Las Calaveras", y que él bautizó como el "Parque de los Desvelados".
-¿Le puso usted el nombre?
-Sí, yo se lo puse.
-Y ¿por qué?
-¿Pues no ves que se desvelan, que están todas levantando la cabeza?
Ahora, ya jubilado, con 78 años sobre sus hombros, menos fuerza en los brazos y alguna molestia en la espalda y los riñones, sube una vez al día con la ilusión de llenar el "parque" y legarlo al pueblo de Estella.
-¿Es usted el único artista que construye calaveras?
-Sí. Estarán siempre de moda, porque la calavera la llevamos dentro. Pero otros artistas no se atreven porque eso no se va a vender. Yo no voy a sacar un duro de todo esto. Puse una cajeta y la gente echaba dinero, pero me la robaron tres veces. Ahora la he vuelto a poner...
Ninguno de los alcaldes que ha habido en Estella a lo largo de estos 35 años ha subido al "parque" ni se ha interesado por su obra.
No obstante, tiene palabras de agradecimiento para José Luis Castejón:
-Una vez vinieron dos municipales mientras trabajaba.
-¿Es usted Luis García Vidal?
-Sí, yo soy.
-¿Es el artista que ha levantado estas esculturas?
-Sí.
-Pues vaya al Ayuntamiento, que está denunciado. Bajé al Ayuntamiento, y allí me mareaban de mesa en mesa, de despacho en despacho.
Acertó a pasar el Alcalde Castejón, me preguntó qué me pasaba, se lo conté, y me dijo: "Ni caso. Vaya usted a trabajar, que yo me encargo de esto".
Ahí acabó la denuncia que le había puesto algún "querido" vecino por cortar los "protegidos" zumaques.
-¡Por cortar zumaques! ¡Si sólo los podo! Cualquier persona que compra una finca, lo primero que hace es quemarlos y roturarlos, mientras que los que yo corto se regeneran mientras levanto la siguiente escultura.
Hace dos o tres años Luis García Vidal pensó presentar su obra al Premio Príncipe de Asturias. Se desplazó a Oviedo, donde le dijeron que elaborara un dossier y lo presentara junto con una hoja en la que constara la firma de una persona famosa, preferentemente de la Alcaldesa.
Luis fue a la alcaldía, expuso su pretensión, y le pidió la firma. Pero María José Fernández no quiso firmarle "el papelito". Ella, acostumbrada a hacer de su capa un sayo, le dio la excusa de que tenía que reunir a los Concejales, y, como en los tiempos de Mariano José de Larra, le dijo: "vuelva usted mañana".
Lo intentó con el concejal de Cultura, Jaime Garín, quién también le dijo que volviera otro día.
Luis envió a Asturias un dossier repleto de fotos de las calaveras, de sus pinturas, de las esculturas que tenía de su etapa brasileña, acompañado de recortes de prensa y otras noticias alusivas a su obra, pero sin la firma de María José Fernández, la cual aún no ha llegado a sus manos.
Cuando pasados algunos meses volvió a Oviedo para interesarse por su solicitud, le dijeron que no la habían tramitado por faltar la firma de la Alcaldesa. El artista pidió que le devolvieran el dossier, a lo que se negaron porque oficialmente no los devuelven, y porque, probablemente, -piensan algunos- algún "pulcro" funcionario lo tiró a la papelera.
García Vidal volvió a Estella con las manos vacías, y perdió para siempre unas fotos y unos papeles irreemplazables e irrecuperables.
No terminaron aquí sus problemas con la alcaldesa de Estella.
El 19-08-2005 la prensa daba la noticia de que dentro del Parque de los Desvelados habían sido retirados dos coches que formaban parte de una de las esculturas. El autor, que al ir a presentar una denuncia ante la Policía Municipal se enteró que los había retirado el Ayuntamiento, no entiende -decía la prensa- por qué el Ayuntamiento actúa ahora cuando la obra se llevó a cabo hace cuatro años con dos coches que compró en la chatarra para simbolizar un choque con el que quería plasmar la cantidad de muertes que se producen en las carreteras.
Preguntada la Alcaldesa por la prensa, no supo dar las razones por las que ordenó retirarlos, ni justificar por qué sus enviados entraron en la propiedad como los ladrones, sin avisar y sin comunicar posteriormente la retirada de los vehículos. Dijo que "podía" ser en virtud de la normativa municipal de residuos sólidos, en la que se especifica que no está permitido dejar coches abandonados en el casco urbano (los coches estaban en pleno campo, a un kilómetro largo del último edificio de la ciudad, y no abandonados, sino formando un grupo escultórico).
Un día después, intentando salir de esa monumental metedura de pata, María José Fernández declaró que fueron retirados porque el actual propietario no los había dado de baja (?) al adquirirlos en un concesionario. Por este motivo -dijo- y cumpliendo la ley de residuos sólidos que prohíbe tener coches abandonados en el casco urbano (?), la Guardia Civil denunció a los antiguos propietarios. Como seguían domiciliados en Estella, fue la Policía Municipal quien se encargó de localizarlos. "El Ayto sólo ha hecho de intermediario, no ha retirado nada. Los vehículos se encontraban a nombre de otras personas" apuntó la Alcaldesa queriendo "quitarse el muerto de encima".
Cuando Luis acudió a la Alcaldía a pedir explicaciones, María José Fernández, sin dárselas (hay autoridades que creen no tener que explicarse ante el ciudadano), y con un evidente nerviosismo por la repercusión mediática del hecho, le dijo que no se preocupara, que los coches le serían devueltos, y que no tendría que pagar nada.
Ante la prensa, el 25-08-2005 dijo la Alcaldesa que el Consistorio se ha comprometido a facilitar al artista dos vehículos retirados de la vía pública que se hayan preparado previamente para poder estar ubicados al aire libre. Al parecer -decía la prensa, de cuya lectura se colegía que no supo dar ninguna explicación razonable y creíble a su proceder-, la retirada de los vehículos se realizó por parte de uno de los antiguos propietarios de los coches tras una denuncia impuesta en la Guardia Civil.
Por su parte, Venus García, hija del artista, explicó que este suceso les ha molestado mucho: "Hemos sentido que no se valora la obra de mi padre y nadie nos quería explicar qué había sucedido, ya que entraron en una finca privada sin consultarnos y se llevaron algo que mi padre ha cuidado".
Luis declaró con tristeza: "me ha dolido mucho, ya que me han dejado la escultura incompleta. Se trata de una obra de arte. Yo no estoy dispuesto a hacer cosas para que luego me las destrocen. Nunca me había sucedido nada parecido".
Días después Luis volvió a interesarse por una devolución que no llegaba, y la Alcaldesa le vino a decir que no la molestara; que a partir de entonces, cuando tuviera cualquier cosa, fuera a la Policía Municipal.
Y a la Policía Municipal fue mes tras mes. Un día le decían que llovía; otro, que iba a llover; al siguiente, que no se cuanto; al otro, que no se qué. Al final, un año más tarde, el 22 de julio de 2006 la prensa notificaba que le llevaron los coches; eso sí: sin ruedas, se lamenta el artista.
Como el propietario del garaje que se los vendió tuvo que pagar los gastos de retirada de los vehículos, nuestra Alcaldesa creyó encontrar en ello un precedente, y cuando se los devolvió quiso cobrarle el transporte, a lo que Luis se negó.
No sólo el Ayuntamiento le dio la espalda. El 15 de febrero de 1998, Diario de Noticias de Navarra decía: "El Consorcio Turístico de Tierra Estella señaló a este diario que el paraje aparece recogido en el inventario de recursos turísticos de la comarca. Ahora bien, aclararon que no se ha hecho nada por promocionar las visitas a estas espectaculares calaveras, por entender que se hallan dentro de una finca particular propiedad del mencionado artista".
Hace cinco años, Luis García Vidal fue invitado a levantar una gran calavera en un cortafuego del Parque Natural de Sierra Cebollera (La Rioja), cerca de la localidad de Villoslada de Cameros.
En dicha sierra se han colocado ocho esculturas junto a un sendero señalizado que parte de las proximidades del refugio de Achicuelo y, describiendo un recorrido circular, pasa por la ermita de la Virgen de Lomos de Orio para terminar en la ermita de Santa María.
Colocadas el año 2001, la idea partió del ermitaño de Lomos de Orio, Roberto Pajares, "Pájaro", navarro de nacimiento, quien buscó y encontró la colaboración de Luis García Vidal (Estella), Gertrudis Rivalta (Santa Clara, Cuba), Carmelo Argáiz (Alberite, la Rioja), Pamen Pereira (La Coruña), Tomás García de la Santa (Puertollano, Ciudad Real), Lucho Hermosilla (Valdivia, Chile), Sotte (Cádiz), y Lesley Yendell (Yeovil, Inglaterra), los cuales construyeron a cada escultura.
Durante cuatro meses estuvo Luis alojado a pensión completa. Lo trasladaban diariamente al lugar de trabajo, le pagaron la obra, y "Pájaro" le ayudó a acarrear materiales.
El ayuntamiento de Villoslada fue a visitarlo; Bellas Artes de La Rioja, también; lo mismo hicieron las autoridades riojanas de Turismo.
¡Allí tanta atención, y aquí tanto abandono! ¡Qué envidia! Hay pueblos que buscan cualquier hecho para promocionarse y desarrollarse, y, cuando no lo encuentran en su término, lo importan o se lo inventan. Otros como el nuestro, por el contrario, desprecian sus propias posibilidades.
Estella, y especialmente sus autoridades, valorará el Parque de los Desvelados cuando sea demasiado tarde.
Este verano, comentando en la radio la impresión que se llevan de Estella los jóvenes que participan en los campos de trabajo que excavan los restos del castillo de Zalatambor, los responsables decían que la imagen más impactante que se llevan, por encima de lo que descubren en su propio trabajo, por encima de los monumentos estelleses y el paisaje de nuestra tierra, es la de "Las Calaveras".
Si este recuerdo se llevan los jóvenes sensibilizados con la arqueología y el arte, ¿qué impresión se puede llevar otro tipo de visitantes?
Estella no se da cuenta, pero, actualmente, un importante activo para promocionar el turismo de nuestra ciudad está, precisamente, en el oficialmente olvidado e ignorado Parque de los Desvelados, o Las Calaveras.
Luis García Vidal, artista que se define como expresionista, nació en Melilla el 24 de diciembre de 1927, trasladándose con su familia a Málaga cuando tenía siete. A los catorce se desplazó a Madrid, en donde durante cuatro años asistió a las clases que daba el famoso escultor Mariano Benlliurre.
Al cumplir los dieciocho fue voluntario a la mili, estando un año en Barcelona, otro en Madrid, y el tercero en Tetuán.
En Barcelona pasó una mili infame, horrible: estuvo en una unidad ferroviaria que creó Franco para que en caso de huelga los soldados pudieran conducir los trenes. Pintó un busto al capitán, y otro a la "capitana". Envidioso el cabo, se cebó en él, haciéndole la vida imposible, y los deseos de rebaje del capitán no se cumplieron. Harto, le contó el caso, le dijo que quería lo destinaran a Madrid, donde tenía familia, y ese año lo pasó bien en la capital de España.
Inquieto por conocer mundo, alegando que por ser nacido en Melilla pensaba establecerse allí al acabar la mili, pidió el traslado a Tetuán. Al principio estuvo haciendo guardia en la estación, a la que acudían los legionarios fugitivos. No le gustaba ese destino, y tuvo suerte: un jefe lo empleó de asistente para recoger sus chiquillos y hacer algún mandado a su esposa, y con esa ocupación pasó muy buena mili en la plaza africana.
Acabado el servicio militar se desplazó a Tenerife, trabajando en la decoración, y creando con otros artista la "Asociación Fidias". Como en Canarias era frecuente que los jóvenes se embarcaran como polizones para ir a Sudamérica, él también lo probó: se coló en un barco de la compañía Aznar, con tan mala suerte que recaló en Casablanca, en donde la Gendarmería francesa, necesitada de carne de cañón para la guerra que el Estado Francés libraba en Indochina, le propuso enrolarse en la Legión Francesa. Rehusó la invitación, y el barco lo llevó a Cádiz.
Volvió a Madrid, y cuando Franco abrió la mano a la emigración, con su hermano Alberto fue a Sao Paulo (Brasil), en donde se ganó la vida haciendo prototipos de esculturas para la industria cerámica, sin atarse a ninguna empresa, y trabajando, también, como escultor decorador de escenografía de televisión.
En Brasil obtuvo varios premios, y pasó siete felices años disfrutando del cariño que le daban las brasileñas de origen europeo.
Pero en Brasil se hablaba tanto de París, que decidió hacer fortuna pintando retratos para los turistas de Montmatre, y participando en exposiciones, en alguna de las cuales compartió sala con Picasso. No pudo pagarse Seguridad Social francesa por no ser admitido en la Maison de les Artistes, pues éstos, envidiosos de lo bien que se sacaban la vida los pintores callejeros, despreciaban su arte y sólo daban acceso a los que, recogidos en buhardillas, poco menos que se morían de hambre. Quince años antes de jubilarse reunió la documentación de toda su obra (escultura, pintura, retrato), la presentó, y le concedieron el derecho a una jubilación que disfruta con una pensión bastante escasa.
En París conoció a su esposa, estudiante de francés en la Ciudad de la Luz, y una vez casados le invitó a conocer su ciudad natal, Estella, diciéndole que aquí había gente muy culta porque la ciudad tenía muchos monumentos.
Llegó a Estella, le gustó, y desde 1971, soportando el rechazo de los parientes de su mujer y la incomprensión inicial de los estelleses (los niños por la calle exclamaban, como si fuera el "coco": "Mira, mamá, el hombre de las calaveras"), los inviernos durante su vida activa, y todo el año desde su jubilación, se dedica a levantar las esculturas cuyas fotografías acompañan este reportaje.
Tampoco sus compañeros franceses aceptaron su trabajo. Cuando les enseñaba fotografías de las calaveras, se escandalizaban y exclamaban: Oh! quelle horreur!: la tragédie espagnole! (¡Oh! ¡qué horror! ¡la tragedia española!). Si hubieran estado bien informados, hubieran dicho: ¡Oh! ¡qué horror!: ¡la tragedia de ser artista en Estella!
Aconsejo subir andando al Parque de los Desvelados. Para ello, en el plano he señalado con el número 1 tres puntos en los que dejar el coche (el 1 es el más proximo al parque, y el 1b el más lejano). Para los que desconozcan la ciudad, sitúo como punto de partida el albergue de peregrinos (punto 2). Cruzando el río por el puente de la Cárcel, o de las Berzas, y siguiendo la calle Astería (en línea con el puente), se llega a un pequeño aparcamiento (punto 1) situado junto a las últimas casas de la ciudad. En ese punto se coje un camino de cemento que se adentra en el estrecho valle de San Lorenzo. Después de pasar un pequeño puentecito (punto 3) y dejar a la derecha un pinar (punto 4), al final de la pista de cemento se encuentra, ruinosa y cubierta de hiedra, la ermita de San Lorenzo (punto 5), antiguo monasterio medieval. A continuación de la ermita se coge el primer camino a la derecha, y se sigue una estrecha senda hasta que, a la izquierda, se encuentra una pequeña puerta metálica entreabierta que da paso a las esculturas (punto 6). En la fotografía de Google se ve, perfectamente, el camino que siguiendo los puntos señalados lleva hasta el parque.
A quienes las contemplen y paseen entre ellas, le pido que las respeten y no se suban encima. De esa manera conseguiremos la permanencia de una obra levantada con materiales no muy duraderos.
Octubre 2006