Mayorazgos Tarazona
En mis dos últimos trabajos (Estella, ciudad mercado II y Estella, ciudad mercado III) repetidamente he citado al Mayorazgo Tarazona, omnipresente en el panorama estellés y merindano de los siglos XVII, XVIII y XIX como propietarios de tierras, edificios, infraestructuras industriales, y prestamistas cuyos intereses económicos rebasaban los límites de Navarra. Familia que buscando mayor proyección social casaron a su hija y heredera con un importante ganadero de reses bravas de Alfaro (La Rioja), y estableciéndose en Zaragoza unieron sus mayorazgos al condado de Sobradiel. En este artículo trataré de esta importante familia estellesa-zaragozana, hoy olvidada, y terminaré con algunas notas sobre la institución de los mayorazgos.
Casa de los Tarazona en Estella. El Catálogo Monumental de Navarra dice que «conserva un primer cuerpo renacentista de sillar fechable en la segunda mitad del siglo XVI. Aparece articulado por pilastras cajeadas de capiteles compuestos y un friso superior con cabezas de querubines, de gran belleza y posturas variadas. En el centro del lienzo hay un amplio portalón de medio punto moldurado, que forma monumentales dovelas; ocupan sus enjutas altorrelieves de dragones».
El 23 de noviembre de 1727, «en la consideración de que los bienes divididos y partidos suelen consumirse y se deshacen en breve tiempo, y que hiendo juntos y en un cuerpo se conservan y permanecen», el matrimonio (1689) formado por María Teresa Simón Gómez (Tarazona ca. 1668-Estella 1742) y Matías Tarazona (H)Aro (Estella 1660-1744), «hijo de Francisco Tarazona, una de las principales fortunas del comercio navarro en 1677, cuyos 8.000 ducados solo eran superados por cinco mercaderes» (Florencio Idoate, Rincones de la Historia de Navarra III), reservándose el usufructo fundaron (1728) para su hijo Manuel Matías un mayorazgo en el que incluyeron los bienes raíces de la dote de la esposa, radicados en la ciudad de Tarazona, entre los que se hallaban 38 hectáreas de terreno de cultivo, y los aportados por el esposo, consistentes en 32 hectáreas repartidas por mitades entre Mendavia y Estella, además de dos casas y una lonja para beneficiar lanas en la ciudad del Ega.
En 1744, Matías (ese año figuraba como el segundo contribuyente de Navarra, con una fortuna que casi duplicaba al que le seguía), viudo desde hacía dos años, al ver próxima su muerte dispuso en su testamento la fundación de un segundo mayorazgo a favor de su nieto Simón Ignacio Tarazona San Martín (Estella 1732-1795), en el que incluyó los bienes que no estaban vinculados al mayorazgo anterior, una vez deducidos los legados y mandas pías, entre las que se encontraba la celebración de mil misas rezadas que ayudaran a la salvación de su alma, temeroso de que a resultas «de que en su vida ha comerciado con muchos, ha podido ser que […] haya quedado alguna persona perjudicada».
Mayorazgo cuya fundación formalizó (1748) Teresa Tarazona Simón, única hija sobreviviente, residente en Zaragoza y casada con el marqués de Ariño, vinculando a favor de su sobrino Simón Ignacio 31,69 ha. situadas en Tarazona, Estella, Lerín, Alfaro, Falces, Miranda de Arga, Los Arcos y Lodosa, varios inmuebles en Estella, y dos millones de reales navarros de plata en censos, créditos, depósitos y deudas sin cobrar, procedentes de la actividad comercial y crediticia desarrollada por Matías después de la fundación del primer mayorazgo.
A la creación del mayorazgo siguió una intensa actividad de los administradores por cobrar deudas pendientes, incoando ante los Tribunales Reales la ejecución de veintiún demandas por valor de casi veinte mil reales, valor de mercancías no cobradas y atrasos en los réditos censales, entre los que se encontraba la apropiación (1758) del batán de la Pieza del Conde, del gremio de pelaires de Estella, por impago de 167,75 ducados correspondientes a dos anualidades del censal tomado en 1709. Impago que representaba menos que los ingresos obtenidos por el gremio en un año (José Miguel Lana Berasáin, Bienes comunes, un gremio y dos mercaderes, Revista de Historia Industrial Vol. 33).
Simón Ignacio, casado con su prima Ana María Orovio Tarazona (Alfaro 1724-Zaragoza 1812), hija de Dorotea Tarazona Simón y de Mateo Orovio Garcés del Garro (Alfaro 1699-1766), se estableció en la población riojana de Alfaro, donde nació su hija Bernarda Tarazona Orovio (Alfaro 1765-Zaragoza 1811).
Simón Ignacio Tarazona «fue ante todo un hombre de negocios perspicaz e inquieto que supo diversificar sus inversiones (ganaderas, agrícolas, comerciales…), muy concentradas en el sur de la Rioja, especialmente en Alfaro, localidad con la que siempre mantuvo una vinculación muy estrecha, y la Ribera de Navarra, sobre todo en Corella», nos dice Javier Martínez Molina (La Casa-palacio de Simón Ignacio Tarazona en Zaragoza… revista Artigrama nº 27).
Entre otros negocios, junto con su suegro tenía una de las más importantes ganaderías bravas del valle del Ebro. En 1768 eran propietarios de 125 toros y novillos en Alfaro, y acababa de vender 60 toros para Cataluña y Castilla. Entre 1767 y 1769 suministró 26 toros a la plaza de Zaragoza.
El primer edificio de la derecha, la casa que los Tarazona levantaron en el Coso de Zaragoza. Foto, atribuida a uno de los Coyne, conservada en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.
Pronto la familia Tarazona-Orovio se trasladó a Zaragoza, «la ciudad más importante del valle del Ebro, desde donde podría dirigir sus negocios de manera más eficaz, hacerlos crecer y expandirlos hacia nuevos sectores». Familia que en el último tercio del siglo XVIII era considerada como una de las más ilustradas y ricas de la burguesía mercantil zaragozana, siendo, Simón Ignacio, cofundador en 1776 de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.
Establecidos inicialmente en una casa en alquiler, buscando habitación definitiva compraron «en la misma acera del Coso, la calle más amplia e importante de la ciudad […], un viejo caserón que había pertenecido al conde de Fuentes», reconstruyéndolo casi en su totalidad, «lo que permitía a Tarazona dejar bien patente el éxito económico y social adquirido. La nueva casa disponía de una importante servidumbre, compuesta por seis criadas, dos sirvientes y un cochero, mientras que la familia era muy pequeña, pues estaba formada por Simón, su esposa Ana María y su hija Bernarda» (Martínez Molina).
Derribada la casa de los Tarazona en Zaragoza, como recuerdo quedó el dintel de la puerta de acceso.
«La Casa-palacio tenía una superficie construida de unos 3.244 m2 distribuidos en sótano-bodega, planta baja, principal y segunda. La casa era en esquina, y la fachada principal, orientada al Coso, era de notable envergadura. El fondo de la casa era muy grande, ya que su fachada lateral ocupaba un flanco entero de la conocida entonces como calle de los Graneros (incluía la plazuela del Refugio), hoy Eusebio Blasco. De hecho, ante el gran tamaño de la parcela, el arquitecto segregó la zona situada al fondo de la misma, aunque manteniendo la unidad orgánica y estética del conjunto, con el fin de crear una casa anexa de altas prestaciones, dedicada al alquiler, que Tarazona arrendó por la considerable cantidad de 50 libras jaquesas anuales. A su vez, se independizó la segunda planta de la casa principal, situada sobre el piso noble ocupado por los Tarazona, con el fin de destinar también este espacio al alquiler y así dar mayor rentabilidad al enorme edificio» (Martínez Molina).
«Una vez terminada, la nueva casa-palacio, por su modernidad estética, su excelente diseño y sus acabados de gran calidad, fue considerada una de las mejores de la ciudad por sus coetáneos, y ello a pesar de que Agustín Sanz Alós (arquitecto al que la obra proporcionó prestigio y fama) no logró convencer a su gran amigo Francisco de Goya que decorara con pinturas murales la fachada principal, “por más dinero que le ha ofrecido y fuerzas que le ha hecho”, fachada, la del Coso, concebida para ser enlucida y pintada, lo que frustró la que hubiera sido la primera y única obra de este tipo acometida por Goya» en aquellas fechas.
Por su situación en El Coso, la casa-palacio sufrió daños durante los Sitios 1808-1809. Una vez restaurada (entonces la familia residía en el palacio de Sobradiel) fue arrendada al Ramo de Guerra para servir de sede a la Capitanía General de Aragón; posteriormente vendida al Banco de España para establecer en ella la sucursal zaragozana, y, adquirida por el Banco Aragonés de Crédito, en 1939 fue derribada para construir su nueva sede (Martínez Molina).
Palacio de los condes de Sobradiel en Zaragoza, hoy sede del Colegio Notarial de la ciudad. Foto del blog “Zaragoza milenaria desde la distancia”.
Bernarda, única hija de Simón Ignacio que alcanzó la madurez, heredó el mayorazgo de su padre, y el de su tío Manuel Matías por haber fallecido sin descendencia su hijo y heredero Manuel Ildefonso. En 1792 casó con Joaquín Tomás Cavero, primogénito del V Conde de Sobradiel, nacido en Ceuta el mismo año que Bernarda. Boda no del agrado del conde, que la desaprobó por el diferente origen social de los contrayentes, aunque la fortuna de la casa condal aumentó considerablemente al incorporar los bienes de los Tarazona.
Heredado el título condal en 1806 por Joaquín Tomás Cavero, al fallecer este tres años más tarde a consecuencia de las fiebres contraídas durante el Segundo Sitio de Zaragoza (durante este sitio, el 25 de diciembre se puso a pedir limosna en la puerta del Pilar, obteniendo en pocas horas por valor de 24 onzas de oro, que entregó a Palafox para socorro de los defensores), los bienes y títulos de los Sobradiel y Tarazona pasaron a su único hijo, Joaquín Florencio Cavero y Tarazona (Alfaro 1796-Zaragoza 1876), VII Conde de Sobradiel, y barón de Letosa, que en 1819 casó con María Teresa Álvarez de Toledo Palafox y Portocarrero, hija de los marqueses de Villafranca, duques de Medina-Sidonia, Príncipes de Montalbán y Paterno, séptima nieta de Felipe II e Isabel de Valois.
Artesonado del palacio de Sobradiel en Zaragoza. Palacio en el que hoy se encuentra el Colegio Notarial.
Joaquín Florencio, que por participar en la guerra carlista tuvo que exiliarse en Francia, fue miembro de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis -su director en 1851-, Senador del Reino, Maestrante de Valencia y Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica. Al fallecer dejó inventariados los siguientes bienes: 116 censos valorados en 2.452.710 reales, de los que había que deducir 200.000 reales en acciones incobrables del Banco de San Fernando; 42 casas, un batán en la Pieza del Conde, un tinte en la calle Curtidores, 193 robadas de tierra y 150 censos en Estella; 139 robadas en Lerín y 245 en Mendavia -el 56% de todas ellas de regadío-; otra casa y 187 robadas de tierra desperdigadas en distintos pueblos de la merindad de Estella; y una casa en Puente la Reina. Administrados todos los bienes navarros desde Estella por la familia Iribas.
Repartida la herencia entre sus siete hijos, al primogénito y nuevo conde, Joaquín Inocencio, le correspondieron 2.094.985 reales entre bienes y censos; 18 casas, dos edificios arruinados, 4 pajares y 52 robadas en Estella; la casa de Puente la Reina; las haciendas de Lerín y Mendavia; y algunas tierras repartidas por los pueblos. El resto de los hermanos recibieron a cada 272.902 reales en censos, así como diversas casas y fincas en la Ciudad del Ega.
Al morir Joaquín Inocencio (Biarritz, 1886), en el momento de repartir la herencia entre sus cinco hijos, los bienes urbanos en Estella se habían reducido a 7 casas que, al igual que las tierras, vendieron (la hacienda de Mendavia en 1911; la de Lerín, al año siguiente), desapareciendo de la casa de Sobradiel el patrimonio aportados por los mayorazgos de Tarazona (estos datos patrimoniales están tomados de Juan Jesús Virto, Tierra y nobleza en Navarra, 1850-1936)
El Entierro de Cristo, de Francisco de Goya, una de las obras que decoraba el oratorio del palacio de Sobradiel en Zaragoza. Se conserva en el museo Lázaro Galdiano
El condado de Sobradiel fue creado el 5 de junio de 1639 por el rey Felipe IV, con el nombre de condado de Las Almunias, a favor de Álvaro Celdrán de Bolea y Castro, señor de La Almunia y Sobradiel. El año 1660 el señorío de Sobradiel fue comprado por el diputado y militar aragonés Sebastián Cavero, que, al reconocer la Corona (1670) el título condal inherente al señorío, pasó a denominarse condado de Sobradiel, y su propietario, Sebastián Cavero, I Conde de Sobradiel.
La casa-palacio de los condes, situada en la plaza Santa Isabel, es en la actualidad la sede del Real Colegio Notarial de Zaragoza. Edificado en estilo neoclásico en el último cuarto del siglo XVIII sobre un edificio anterior perteneciente a la familia Lanuza (mandado derribar por Felipe II tras decapitar a su propietario, Juan de Lanuza, Justicia de Aragón), y reformado a mediados del XIX, contó con un oratorio decorado con lienzos pintados por Francisco de Goya, del que el conde Joaquín Cayetano, fallecido en 1788, fue su primer mecenas. Las pinturas formaban un conjunto compuesto por La Visitación, El Entierro de Cristo y El Sueño de San José, además de cuatro representaciones menores de santos relacionados con el fervor familiar: San Cayetano, San Joaquín, Santa Ana y San Vicente de Ferrer. Pasadas a lienzo en 1928 por orden de Joaquín Cavero y Sichar, conde de Gabarda y descendiente del de Sobradiel, cuatro años después se dispersaron al venderlas.
Francisco de Borja Cavero y Álvarez de Toledo, nieto de Bernarda Tarazona, con su uniforme carlista.
¿Visitó Estella algún miembro de la familia condal? Es probable que la visitara Francisco de Borja Cavero y Álvarez de Toledo (Pau 1840-Zaragoza 1905), nieto de Bernarda Tarazona, que comenzó su carrera militar en el regimiento de Caballería del Príncipe, 3º de Coraceros. Estuvo implicado en el desembarco carlista de San Carlos de la Rápita, donde cayó prisionero y fue condenado a muerte. Condena que evitó por intercesión de su madre, María Teresa Álvarez de Toledo y Palafox, y de su pariente la Emperatriz Eugenia de Montijo.
Canjeado por otros presos, se reincorporó al ejército carlista, iniciando el levantamiento de Aragón a las órdenes del brigadier carlista Pascual Aznar, el Cojo de Cariñena. Herido nuevamente en Somorrostro, fue premiado con la Placa del Mérito Militar y la Cruz Laureada de San Fernando, que según el expediente habría merecido tres veces. Por su comportamiento en la jornada de Santa Cruz de Nogueras recibió el título de Conde de Santa Cruz de Nogueras.
En la batalla de Abárzuza, a pesar de estar herido participó en cargas a la bayoneta, por lo que fue ascendido a brigadier. Y en la batalla de Lácar, mandando los batallones castellanos, fue el primero en penetrar en el pueblo al frente de la caballería carlista, lo que le hizo merecedor del título de Marqués de Lácar.
En 1875, nombrado comandante general carlista de Castilla y jefe de la División Aragonesa, participó en las acciones de Peña de la Complacera, Mediana y Carrasquedo, donde, con fuerzas inferiores, en una carga a la bayoneta destrozó a la brigada liberal de Muriel, y tomó seis puestos fortificados capturando doscientos prisioneros, trescientos fusiles, veinte mil cartuchos y ocho pertrechos, por lo que fue nombrado mariscal de campo y Conde de Carrasquedo. Resistió en Abadiano, y más tarde en el Puente de Mendaro, última acción por él librada en la guerra.
La finca Remontival, una de las propiedades de los Tarazona en Estella que vendieron sus herederos a principios del siglo XX, estaba formada por la finca original, de secano y regadío, donde se han construido el IES Tierra Estella y el Colegio Público Remontival, y su prolongación hasta las calles Andía y Valdelobos, finca que partió el ferrocarril Vasco-Navarro Estella-Vitoria.
Exiliado a Francia con los restos del ejército carlista, regresó a Zaragoza donde fundó el diario tradicionalista El Intransigente. Diario de Zaragoza (1884-1887). Entre 1887 y 1890 ejerció como delegado de Don Carlos en Aragón, Cataluña, Murcia, Valencia y Castilla la Nueva.
Ascendido por Don Carlos a teniente general, como jefe de la Comunión Tradicionalista de Aragón estuvo implicado en la conspiración carlista de finales del XIX, y en 1900 se reunió en Zaragoza con Salvador Soliva, autor intelectual de la intentona de Badalona.
El 29 de marzo de 1905, Francisco de Borja Cavero falleció en su finca de Garrapinillos (Zaragoza). Enterrado en Sobradiel, recibió necrológicas elogiosas no solo de la prensa tradicionalista, sino también de la liberal: La Correspondencia de España le dedicó un artículo titulado “Muerte de un héroe”, calificándolo como «figura legendaria», y la revista Blanco y Negro como «una de las figuras más caballerescas de nuestras guerras civiles» (información de Wikipedia).
El olvido de la familia Tarazona en Estella es tan absoluto que en la Inscripción Primera del Registro de la Propiedad de Estella referente a la casa de la calle de la Zapatería (ahora Ruiz de Alda) nº 3, consta que Joaquín Florencio Cavero y Tarazona, «adquirió dicha finca […] de su señor padre el anterior Conde de Sobradiel, Don Joaquín Tomás Cavero Rivas, sin que existan los títulos suficientes para la inscripción en el Registro de la Propiedad en la forma que la adquirió (recordemos que la aportó su esposa Bernarda Tarazona) así como de otras varias; pero siendo lo cierto que […] desde muchos años antes de la publicación de la citada Ley Hipotecaria la viene poseyendo en propio nombre y sin oposición de nadie, pagando a Don Lorenzo Iribas su concepto de administrador del citado Conde de Sobradiel cuantas contribuciones se le han impuesto […] La inscribo a favor del expresado Excelentísimo Señor Conde de Sobradiel […] En Estella a catorce de abril de mil ochocientos setenta y seis».
Finalizo con algún dato sobre los mayorazgo (de “mayor” y el sufijo “azgo” que indica dignidad, rango), institución que también existía en otros países europeos.
Se trata de una institución del Antiguo Régimen que vincula las propiedades y títulos de nobleza al linaje, transmitido de generación en generación por primogenitura, de manera que los bienes vinculados al mayorazgo, que pueden ser incrementados pero no vendidos, enajenados, divididos o censados sin previa autorización real, de padres a hijos, quedan unidos indisolublemente al titular del mayorazgo.
Por tanto, el mayorazgo es una vinculación por medio de la cual el fundador limita el modo de transmisión del dominio de los bienes y derechos vinculados, estableciendo el orden sucesorio que obligatoriamente debe mantenerse en el futuro, de manera que los bienes y derechos comprendidos en dicha vinculación sean inalienables, indivisibles e inconfiscables en lo sucesivo, convirtiéndose el titular en un mero disfrutador y mantenedor de los mismos, obligado a transmitirlos a su sucesor. En puridad, la titularidad del mayorazgo se convierte en una servidumbre vinculada a perpetuar el nombre y lustre del la familia.
En la escritura de fundación se citaban los bienes vinculados, las condiciones que debían cumplir los poseedores, las cláusulas matrimoniales, y las cláusulas de excepción que excluían de su titularidad a los clérigos y religiosos (por razón de su estado no podían tener descendencia legítima), los hijos ilegítimos, los sordos, locos o mentecatos, y los que hubiesen cometido delitos de lesa majestad.
En la inscripción segunda se fija su valor en cincuenta mil reales vellón (doce mil quinientas pesetas), y junto con otras ochenta y seis fincas se adjudica a Joaquín Inocencio Cavero Álvarez de Toledo. Estella, primero de junio de mil ochocientos y setenta y ocho. Es en la inscripción cuarta (23-02-1912) cuando consta la venta de la casa, y otra más, por terceras partes indivisas, a favor de Don Pablo Ruiz de Alda y Díaz de Baquedano y sus hijos Don Silvio y Don Cesáreo Ruiz de Alda y Vergara, por la cantidad de 2.700 pesetas.
Su origen se remonta al siglo XIII, pero tomaron carta de naturaleza en 1505 con las Leyes de Toro, que los liberaron de la autorización real, lo que hizo que aumentaran y se universalizaran al permitir a la burguesía ascender socialmente y mimetizarse con la nobleza.
La acumulación de mayorazgos en un mismo linaje obligó a Carlos V a publicar una pragmática (año 1534) limitando el número de mayorazgos y el valor de los mismos bajo un mismo titular. En 1768 se dispuso que las escrituras de mayorazgo se registraran en un libro especial; la Real Cédula de 1789 exigió licencia real para las nuevas fundaciones; en 1795 se gravan con un impuesto del 15% como compensación al perjuicio comercial que causaban, y en 1798 se autorizó la venta de los vienes vinculados. Abolidos durante el Trienio Liberal (1820-1823), y recuperados en 1824, lo fueron definitivamente en 1836, pero al no estar prohibida la donación entre vivos, lo que permitía la donación de los bienes al hijo o hija como aporte a su matrimonio, la vinculación perduró.
La institución del mayorazgo, al sacar los bienes del mercado, tuvo consecuencias negativas en la economía del país, y fue criticado por Jovellanos a petición de la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, lo que tuvo como consecuencia la desamortización de Godoy en 1798, que abolió los señoríos. A partir de ese momento, al desvincularse y dividirse por herencia el patrimonio de la mayoría de las grandes casas españolas, éstas fueron perdiendo su poder y esplendor.
En la inscripción quinta (20-01-1932) se informa de que la casa, «con salida a la calleja que de la calle baja al río, consta de planta baja y dos pisos a la parte de adelante y de corral y tres pisos a la parte de atrás, que forma una escuadra, y mide doscientos cuarenta y seis metros y noventa y seis decímetros cuadrados», se adjudica a Don Cesáreo Ruiz de Alda, que en la misma fecha (20-01-1932) la hipoteca. Levantada el 3 de abril de 1937, trece días más tarde, con un capital social de 40.000 pesetas, constituyen en la casa la compañía mercantil “Viuda de Cesáreo Ruiz de Alda y Compañía S. L.”, dedicada a la compraventa de pieles y lanas, actividad que conocida popularmente como “La Coja” se mantuvo hasta finales de siglo XX.
En Navarra, ya el Fuero General (siglo XIII) habla «de primar al primogénito sobre los demás hijos del ricohombre, hidalgo o infanzón», pero hasta las Cortes de 1701 no se obliga a registrarlos, lo que se debe hacer en los libros de Mercedes Reales de la Cámara de Comptos (a partir de esa fecha hay registrados 66 mayorazgos, habiendo muy poca documentación de los anteriores). En disposiciones posteriores, se obliga a los fundadores a vincular bienes que rentaran como mínimo de 500 ducados (1781), y 1.000 ducados de plata en 1817, o que los bienes vinculados valieran más de diez mil ducados. En la Novísima Recopilación Foral se disponía que las facultades y permisos para la enajenación de bienes de mayorazgos sitos en el Reino de Navarra, o para cargar censos y otras obligaciones sobre ellos, se debía pedir autorización al Supremo Consejo del Reino.
En Navarra, el viudo o viuda que permaneciera en estado de viudedad tenía el usufructo de los bienes libres del cónyuge difunto, pero no de los vinculados a los mayorazgos, lo que en ocasiones lo podía dejar en una situación próxima a la indigencia. Situación que se intentó remediar en las Cortes de Pamplona de 1780 y 1787, al permitir que los titulares pudieran disponer en concepto de viudedad la sexta parte de las rentas líquidas.
Sobre el nombre Remontival, José María Jimeno Jurío dice que «el topónimo es heredero directo del antropónimo Raimundo Thibaldo o “Ramón Thibalt”, personaje que hace 750 años fue preboste de nuestra villa (1234-1238) en nombre de Teobaldo I. Don Juan de Arbizu y Xabier, vecino de Nájera, era dueño y “señor del coto redondo y señorío de Remontibal, cuyas tierras de labor daba en arriendo periódicamente durante el tercer cuarto del siglo XVII». Cuando los herederos de los Tarazona vendieron las tierras, parcelaron los regadíos de las calles Valdelobos y Andía, gran parte de ellos hoy construidos.
La sucesión en los mayorazgos respondía a cuatro puntos: línea (prioridad de la descendencia del primogénito aunque éste hubiera premuerto), grado (prioridad de hijo mayor a los siguientes), sexo (prioridad de varón sobre hembra) y edad (habiendo varias personas con igual línea, grado y sexo, prioridad al de más edad). En consecuencia natural todos los bienes del mayorazgo eran heredados por el heredero, que salvo contadas excepciones era el primogénito varón. Los restantes hijos solo podían heredar los bienes no vinculados al mayorazgo, lo que hizo que al verse con escasos recursos entraran en la milicia o en la vida eclesiástica.
Fue una forma de transmitir y conservar la propiedad del patrimonio familiar que se extendió a casi toda la sociedad navarra. Extendiendo el concepto de “caserío” a “patrimonio familiar”, sirve la frase que el Diario Vasco decía (29-04-2017) se había repetido durante siglos en las cocinas guipuzcoanas: «Este caserío y todos sus bienes serán solo tuyos (del primogénito), con la condición de que los cuides, al igual que a tus padres hasta su muerte. Vosotros, mis otros queridos hijos, deberéis buscaros la vida. Somos muchos en esta familia y estas tierras no dan para todos. Podéis meteros a cura, fraile, monja o criada, y hasta probar fortuna fuera del pueblo, e incluso en América».
febrero 2025